Dayana Stable
La creación coreográfica es uno de esos fenómenos que se encuentran de algún modo en el terreno de lo desconocido. Descubrir esas zonas de luz que permiten la realización de una obra de arte, es un hecho que no encuentra todavía una respuesta exacta.
¿Cómo entender los mecanismos, los procesos, las maneras en que un creador concibe y piensa su producto artístico? ¿Cómo entender un sistema productor de sentido que intenta generar nuevas concepciones? Temas como estos son de marcado interés para investigadores y bailarines, incluso para los propios creadores que cuestionan repetidas veces, el resultado de sus coreografías.
Un joven cubano, llamado Jorge Ramírez, apodado y conocido como El Niche, es uno de esos creadores que ha comenzado a generar una labor coreográfica desde su experiencia vivida y a partir de esas necesidades, que todo el tiempo lo incitan a materializar ideas, sensaciones, imágenes.
Desde sus estudios en Nivel Medio en Santiago de Cuba, ya era un joven inquieto y presto para crear pequeñas obras, ejercicios coreográficos, discursos corporales. Se refugiaba muchas veces en la creación para expresar y lograr lo que por la vía convencional, es decir la palabra, la burocracia escolar, no podía resolver. Siempre fue mucho más ágil con su cuerpo que con la oratoria.
Participó en varios de los concursos coreográficos que se desarrollan en el país, como el Danzandos e Impulsos, donde obtuvo gratificantes resultados. En estos casos, sus creaciones fueron casi siempre dúos, donde intervenía Niosbel González (solista de DCC y actual bailarín de Mi Compañía) y el propio Jorge. Por mucho tiempo, ambos creadores trabajaron en colaboración, encontrando una complicidad que los condujo a un resultado aceptado y cuestionado por el gremio danzario, pero que les proporcionó un reconocimiento otro, distinto al logrado en sus respectivas compañías.
Su breve pero intenso recorrido por compañías como DCC, Los Hijos del Director y Danza Abierta (ahora, Mi Compañía), ha permitido que sus instintos creadores se carguen de fuerzas para producir y exorcizar esas inquietudes, que le susurran todo el tiempo, en su controversial lucidez.
Conjuntamente con su trabajo como bailarín, El Niche se cuestionaba cómo llegar a configurar sus propias verdades, su realidad, en ese mundo de convención que establece la creación coreográfica.
Organizó entonces su propio espacio creativo, el proyecto Marte, el cual desarrolló a la par de su trabajo como intérprete. En esos momentos iniciales, Ramírez formaba parte de sus propias obras danzarias, pero fue convirtiéndose en un espectador que guía, matiza y transforma la producción a su exclusivo entender.
Con Proyecto Marte, ha creado obras como Ixchel, Marte, Pérdida, Una lata de regalo, Aceptación, El nombre que nunca llegó, Resistencia y otras, que responden a una vía de creación específica desarrollada en los últimos tiempos.
Según el propio creador se inspira en su diaria cotidianeidad para engendrar esas creaciones que sustentan su existir. Imágenes que observa en la calle, objetos, pensamientos, sentimientos, lo incitan a repensarse una nueva creación. No utiliza la narratividad desde la coherencia habitual de un ordenamiento sucesivo de las ideas, sino que construye imágenes para develar al espectador y a el mismo, esas sensaciones que desea proyectar.
En muchas ocasiones, utiliza la creatividad de los bailarines para cubrir marcados momentos de sus obras, buscando una verdad más sincera que la que él puede delimitar, lo que le permite encontrar en esos cuerpos, una respuesta verdadera que fluya desde la individualidad real, y muestre aunque convención, cierta honestidad para ser recibida por quien observa la puesta en escena.
Las improvisaciones de los bailarines están guiadas por motivaciones que El Niche determina, y a partir de ellas construye la representación. Realiza luego un proceso de selección encaminado a excluir de las frases corporales esos movimientos que no aportan sentido a lo que desea lograr. En momentos muy precisos, determina y elabora el movimiento que considera desde su visión, debe ir en ese lugar, para lograr exactamente el efecto que visualmente persigue.
Tiene como referente mayor a George Céspedes, reconocido coreógrafo cubano, quien además fue su director. Esta cercanía propició que muchos de sus intereses encontraran respuesta en ese modo de concebir el arte.
Sus lugares más habituales de representación son Fábrica de Arte Cubano y el Festival Habana Ciudad en Movimiento, espacios que le brindan visibilidad e interacción con otros artistas y con el público que asiste con frecuencia, a estos espacios estéticos.
Continúa hoy Jorge Ramírez en sus intentos por colocar al Proyecto Marte dentro de las compañías y proyectos con reconocimiento en el panorama danzario de la ciudad de La Habana. Entre las ganas y el talento va elaborando un modo particular de consumar su propio oficio. Basta con mantener las ganas para encontrar la mejor respuesta.