Aplaudo y reverencio la idea de que la 49ª edición de Positano Premia la Danza -Leonide Massine, uno de los eventos danzarios más importantes a escala mundial, esté dedicado a Carla Fracci, “la eterna muchacha danzante”. Hago mío el título de la exposición fotográfica que es parte de esta fiesta del arte coreográfico.
Carla es la bailarina italiana por excelencia, símbolo y leyenda del ballet, arte que amó durante toda su vida. Con su atuendo siempre blanco, color que llegó a convertirse en uno de sus atributos, la Fracci estuvo hasta el último momento aportando a la danza. Muy poco antes de su partida, se le vio en los salones de su Milán natal, los mismos salones del teatro donde se convirtió en Prima ballerina con solo 22 años de edad, allì impartió lecciones magistrales sobre Giselle, sin dudas, uno de los papeles que más contribuyeron a definir su grandeza como artista.
Estreno de Desnuda luz del amor. Foto: Nancy Reyes. Cortesía de la autora
Carla Fracci y Alicia Alonso, en cualquier evento danzario que coincidieran, encontraban siempre la oportunidad para expresarse todo el cariño y el respeto profesional que sentían mutuamente. En Japón bailaron juntas Grand pas de quatre, lo hicieron en Estados Unidos, en Gran Bretaña, al igual en México.
En Cuba, Carla se sentía como en casa. “Benvenuta a casa, cara”; le decía así en italiano Alicia, cada vez que la Fracci llegaba a la sede del Ballet Nacional de Cuba. Siempre invitada por Alicia y por el Festival Internacional de Ballet de La Habana, Carla Fracci visitó nuestro paìs en varias oportunidades.
Su debut en la isla caribeña se produjo el 15 de noviembre de 1974, en el hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, en el pas de deux del segundo acto del ballet “La sílfide”, de August Bournonville. La acompañó en aquella oportunidad otro gran bailarín italiano, Paolo Bortoluzzi.
Al día siguiente, también en el Gran Teatro de La Habana, la Fracci asumió el papel protagonista de Giselle, como estrella invitada del Ballet Nacional de Cuba. La acompañaron en esa oportunidad Paolo Bortoluzzi, como Albrecht; Rosario Suárez, como Myrtha, la Reina de las Willis, y Alberto Méndez en el papel de Hilarión.
Alicia Alonso y Carla Fracci en el San Carlo de Nápoles, la noche del estreno de la versión de Giselle de Alicia Alonso en ese teatro, que fuera protagonizada por la bailarina italiana (1981). Foto: A. Buccafusca. Cortesía de la autora
Este último bailarín se convertiría en un gran creador y no pueden olvidarse sus vínculos con la gran ballerina italiana. Especialmente para la Fracci, Méndez creó títulos como “La dama de las camelias”, la primera obra de toda una noche del gran coreógrafo cubano; “Memorias de la señora de las camelias”, inspirado también en el personaje de Dumas; “Cristoforo Colombo” y “Sueño de una noche de verano”.
Carla sintió siempre por Alicia una entrañable admiración. Fue ella la intérprete de Giselle, cuando la Alonso montó su versión coreográfica en el Ballet del Teatro San Carlo de Nápoles, en 1981. También encarnó a la Princesa Aurora en el estreno de la versión de Alicia de “La bella durmiente del bosque”, en el Teatro alla Scala, de Milán, ocasión en la que la ballerina italiana actuó junto al cubano Jorge Esquivel como el príncipe Desiré.
En 1998, en fecha tan especial como el aniversario 50 del Ballet Nacional de Cuba, Carla regresó a La Habana, porque tenía que acompañar a su amiga en esos días de celebración trascendental. Pidió un deseo y le fue concedido: bailar “El espectro de la rosa”, junto a uno de los más jóvenes bailarines de la compañía. Y es que esa fue otra de las virtudes de la legendaria artista italiana: confiar en los jóvenes, ayudarlos, darles siempre valor y oportunidades.
Alicia Alonso y Carla Fracci. Foto: Nancy Reyes. Cortesía de la autora
Especialmente para Carla, Alicia creó en 2006 el ballet “Desnuda luz del amor”, que estrenó junto a jóvenes figuras del ballet cubano. Por eso y, a pesar de encontrarse ya muy enferma, Carla no dudó en enviar un mensaje para los festejos que conmemoraron el Centenario del nacimiento de nuestra Prima ballerina assoluta. Fue el suyo uno de los más hermosos y conmovedores testimonios.
La muerte de Carla, apenas tres meses antes de celebrar su cumpleaños 85, nos sorprendió a todos. Su baile, su belleza y la dulzura de su sonrisa, siempre contagiosa, nos remitían a la eternidad.
El día de sus exequias se hizo viral en las redes sociales un mensaje: una rosa blanca para Carla, porque blanco era su color favorito, y siempre se le veía como en una nube recién nacida con su impoluta vestimenta.
Para los cubanos, entre quienes Carla tuvo siempre un público devoto y fiel, la rosa blanca tiene un significado muy especial. Uno de los poemas más célebres y espirituales de José Martí nos habla precisamente de la rosa blanca como símbolo del valor de la amistad. Nos convida a cultivar entre los hombres un amor sincero y a preservar la pureza de nuestros sentimientos.
Por eso, desde el mensaje martiano, y especialmente para Carla, es que expreso:
Cultivo una rosa blanca […] para la amiga sincera.
Viengsay Valdés junto a Carla Fracci. Foto cortesía de la autora