Toda la Danza

ISABELLA SOUPART EN LA HABANA

Por Camila Novas

Isabella Soupart es una artista de orígenes polaco-rusos, asentada en Bruselas. Es bailarina, actriz, coreógrafa, directora y artista visual, en ningún orden, pues para esta polifacética mujer las prioridades dependen de las exigencias de la producción en la que se encuentre inmersa. Como actriz, fue revelada al gran público en el filme ¨Les Fils¨, por los hermanos Dardene, así como en trabajos con el director franco-chileno Raoul Ruiz y la realizadora Maria Speth. Ganadora del premio de coreografía SACD 2019, nominada para el Total Theater Awards en Edumburgo, 2019, Talented Woman Artist of the Year (Artista Mujer Talento del Año) en el mismo año.

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Ensayos. Foto: Cortesía de la autora

Sus creaciones escapan a etiquetas, y reúnen a colaboradores de igualmente las más diversas ramas del arte, como artistas visuales, compositores, músicos y arquitectos. Maestra en el arte del performance, crea además trabajos visuales en las líneas de varias disciplinas. Su trabajo adquiere diversas formas, desde producciones audiovisuales hasta performances en vivo a través de teatro musical y ópera. A decir de sus propios espacios de promoción, la escritura coreográfica está en el centro de su trabajo. La búsqueda de un estilo singular de escritura, no basado en los códigos de la danza contemporánea, la ha llevado al encuentro con bailarines/intérpretes que abracen otras historias.

Es entonces deducible que sea usual en sus obras la presentación de las mismas en museos, y el caso de la XIV Bienal de La Habana no fue la excepción. Tal fue el caso del Proyecto Stretch – Timemonochromes, que como las voces oficiales de presentación de esta compañía lo describen, está construido como una instalación viva, un formato que mira dentro de la relación contextual entre el espacio arquitectónico, la danza, la voz, el sonido, la grabación in situ y las artes visuales.

El proyecto se había presentado en Vorst, donde durante tres semanas, Isabella Soupart y el director musical y pianista Guy Vandromme invitaron a diferentes artistas para trabajar juntos y entrar en diálogos con el trabajo de Martin Maloney (US), Marcel Duchamp, John Cage, Antoine Beuger, Morton Fieldman, Eva-Maria Houben, Jürg Frey, Bruno Duplant, Craig Shepard.

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Ensayos. Foto: Cortesía de la autora

El caso cubano…

El performance que ha recorrido varias ciudades del mundo cuenta ahora con ingredientes caribeños. El mismo se presentó el 26 de noviembre de 2021 en el Museo Nacional de Bellas Artes, en La Habana. Los elegidos para participar esta vez fueron los integrantes de la academia perteneciente a la compañía Acosta Danza.

Lo primero que se les pide a los bailarines durante el trabajo de mesa y primer día de ensayos es el ejercicio de actuar como uno, cual cardumen de peces que, bajo una mística e intrínseca voz de mando, se mueve como un solo cuerpo. Las individualidades no ganan en este momento, la destreza física no interesa, más sí la habilidad de estar con más de los cinco sentidos para prever y seguir el paso del cuerpo (nunca mejor dicho) de baile. Pero no fue así que inició el performance, sino con un recibimiento en el lobby del museo, una frase coreográfica, o conjunto de pasos en un orden específico, a la de impregnarle igualmente el sentido de unidad, de bailar parejo con los otros. A decir de los mismos bailarines que intercambiaron con los cubanos, la frase recordaba o se inspiraba en los movimientos que hacen los llamados “señaleros” o personal de aeropuertos para dirigir los vuelos a punto de despegar o aterrizar. Brazos cruzados, terminaciones de manos inusuales, dos dedos arriba, dos círculos abajo, se repiten sin fin en un ir y venir de bailarines que alternan sensaciones de suspenderse en el aire con caer y recuperarse en un breve tiempo. Hipnótico ver como la frase se repite y no nos damos cuenta de cuándo cambiaron estos bailarines. Y a la par, el público disfruta de -lo poco que ha logrado ver al momento- la exposición colectiva montada al efecto. Los bailarines se mueven y todos entendimos que era momento de cambiar de “escenario”.

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Ensayos. Foto: Cortesía de la autora

Una versátil bailarina coquetea, micrófono en mano, con la música que proviene del guitarrista que la acompaña, mientras a la vez danza, canta, y maneja en movimientos sinuosos la misma extensión del micro que ya es parte de la tramoya de la puesta en escena. Canta una triste canción cuya lírica no alcanzamos a comprender del todo. Ella es Johanna Willig-Rosenstein, quien al final de su acto nos conduce a los próximos episodios de la aventura que a esta altura, ya sea extendido por buena parte del Edificio de Arte Cubano. Incluso afuera del mismo llega la obra, en contacto ya con el pasajero curioso y con ese mismo público que los sigue como extensión del cardumen. La puesta termina en una gran fiesta, donde las energías se unen y los pasos salen del liderazgo y del júbilo del momento. Atrás, una instalación de un artista cubano observa, expectante.

(Fuente: página web de Isabella Soupart www.isabellasoupart.com)

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