Gabriela Pando , Lic. Arte Danzario, Universidad de las Artes (ISA)
¿Qué significó para usted interpretar Tula, un ballet de Alicia Alonso?
Quiero ponerte en aquel contexto. Era un momento que, en el Ballet Nacional de Cuba, como compañía, estaban todavía bailando primeras figuras reconocidas de años. A mí el haber sido escogida por ella me sorprendió, por supuesto para bien, porque no era por falta de buenos bailarines. Era una gran responsabilidad, y una enorme satisfacción, que ella hubiese pensado en mí para el ballet específicamente, e incuso sin sustitución, sin doble, fue de verdad impactante.
En cuanto al personaje específicamente, me dieron libros, me hablaron mucho de la Avellaneda y conversamos mucho con Neyra (José Neyra, guionista del ballet Tula). Como tuvimos todo ese trabajo de mesa y toda esa explicación, me ayudó mucho en el segundo acto del ballet que es más bien su vida, me ayudó a conocer un personaje que honestamente sabía que existía, sabía de su importancia, pero no tenía idea de su magnitud. Sobre todo, la época que le tocó vivir a esa mujer, cómo pensaba, cómo actuaba, cómo escribía con una belleza tremenda, lo apasionada, amorosa que era y todo lo que le tocó sufrir también, de todos los puntos de vista, no solamente por haber sido una mujer adelantada a su época, o por querer un poco más de lo que le estaba permitido a las mujeres de su tiempo, y esa fue de las otras cosas que me gustó del ballet, que realmente me hizo profundizar en la vida de ella, conocerla, y trabajar sobre eso.
¿Cómo se preparó usted, digamos psicológicamente, como bailarina para un personaje con esa carga dramática?
Hay momentos en el ballet que me costaron más esfuerzo. El primer acto habla de su nacimiento, de su inspiración como escritora, de su comienzo en la producción de sus personajes y sus creaciones. Luego, cuando comienza el desarrollo de las tres obras que se destacan en el ballet, tres obras que como siempre, si hacemos un paralelo con su vida, tienen mucho que ver. Ella escribía según sus experiencias personales y se me hacía complicado en esas escenas, meterme en personaje, era como ir directamente a la obra sin haber pasado primero por la pérdida de su hija, para entonces hacer Leoncia, la felicidad para La hija de las flores… así me hubiera sido quizás un poco más fácil llevar el hilo de todo el ballet. Ya el segundo acto fue un poco más fácil el hecho de encadenar una cosa con otra. Es la historia de cuando llega a España, el momento en que trata de entrar en la Real Academia, cuando conoce a sus tres amores, el momento de la pérdida de su hija, su regreso a Cuba, cuando muere su esposo y la coronación en el Gran Teatro de La Habana, que hoy lleva el nombre de Alicia Alonso.
¿De qué manera influyó en tu carrera como intérprete bailar la biografía de una mujer que rompió con las normas de la sociedad de su época?
Hablando honestamente, yo estrené el ballet en 1998 y después en 1999 se puso en el Teatro Nacional en los meses de febrero o marzo, que me acuerdo que no se filmó porque coincidió con la visita a Cuba de los Orioles de Baltimore. Era tan importante que estuviera ese equipo de las grandes ligas en el Estadio Latinoamericano, que las cámaras de las que disponía la Televisión Cubana estaban allá, y no se filmó la función ni por la televisión, ni por el BNC, ni por ninguno de los presentes. Pero sí te puedo decir, que eso siempre pasa, de un estreno que siempre se hace con mucha premura, porque además fue en medio de un Festival, la compañía y Alicia estaban de gira, yo no, yo estaba aquí, no fui a esa gira y la mayor parte de los bailarines estaban allá, cuando llegaron, prácticamente fue empatar el ballet y bailarlo. Yo me preparé mucho mejor para esa segunda vez que lo hice, porque ya lo había hecho una vez y me dio más tiempo a trabajarlo, interiorizarlo, a vivirlo un poquito más, a aportarle.
Luego, en la reposición en el Festival de Ballet de 2014 el personaje de Tula fue interpretado por Amaya Rodríguez ¿Cómo fue el trabajo con ella?
Fue muy bueno, ella lo tomó con mucha madurez, con muchas ganas, mucho interés, pero además Amaya ya era una bailarina madura, hecha, con experiencia y ella le dio mucho también al personaje.
¿Cuál era el momento que más usted disfrutaba del ballet?
En el segundo acto, la habanera, porque me gustaba mucho la música. Bueno, de las cosas que más me gustan del ballet es la música que hizo Juan Piñera. Me encantaba, es una música preciosa.
Es un ballet complicado en el sentido de que tiene muchos personajes, que eso a la vez es una manera de darle oportunidad a que los bailarines más jóvenes se desdoblen. Cuando se repuso en el 2014 yo era la responsable en ese momento del ballet, tuvimos reuniones con Alicia y ella me preguntaba propuestas para elencos, porque ella también confiaba en la relación de trabajo directa que yo tengo con los bailarines y que conocía además el ballet. Yo le hice propuestas que al principio a ella quizás no la convencían, porque era darle oportunidades a bailarines que no habían demostrado todavía el potencial que tenían, pero yo veía que iban a dar bien el personaje y que le iban a aportar muchísimo, los iba a sacar de su zona de confort, y la verdad que fue una sorpresa. Muchos muchachos se desdoblaron de una manera increíble, lograron los personajes. Lo hicieron muy bien. Incluso a muchas personas que vieron esa reposición les gustó muchísimo, quedaron muy complacidos.
Es que el ballet tiene un tema cubano y, desgraciadamente, nosotros en el Ballet Nacional adolecemos un poco de tener coreografías así. Es un ballet de toda una noche, con una escenografía y vestuarios completos, un gran cuerpo de baile, con una riqueza en personajes, una música preciosa, diseños muy bonitos, se va muy rápido y se disfruta mucho. Nosotros teníamos ballets como Cecilia Valdés, y el público lo agradecía muchísimo, está en la idiosincrasia de uno. La manera de moverse, en el mismo segundo acto con las contradanzas, es un ballet muy cubano, lo tenemos en la sangre. Se lo debemos al genio de Alicia
En la versión que baila Amaya en 2014, usted le propone a Alicia agregar una variación de Tula en el segundo acto ¿Por qué piensa que tenía que estar?
Es un momento que lo veo como un clímax en el ballet y es luego de que ella va a España y tiene uno, dos, tres amores en su vida, pierde a su hija, de lo que habla en sus cartas que son preciosas. Entonces conoce a este hombre que ve en él la tranquilidad y la seguridad de su vida, viene a Cuba con toda la gloria, el retorno después de muchísimos años a su país ya siendo una escritora reconocida, y ella pierde a ese hombre. Tanto que había pasado en su vida y cuando finalmente cree que va a estar estable, pierde a su esposo. Para mí ese momento tenía que haber un solo desgarrador, porque en la primera versión él moría y automáticamente pasaba a la coronación en el Gran Teatro, a mí me faltaba algo. Entonces eso se conversó con Neyra y estuvo de acuerdo, pero entonces estaba el problema de la música. Desgraciadamente Juanito hizo mucha partitura, mucha música que al final no se usó toda y tengo entendido que cuando la enviaron a España para inscribirla en la SGAE se perdió, no existe el resto de la que no se usaba en el ballet que eran como dos horas de música. Al querer hacer un solo que era tan desgarrador dijimos, ¿de dónde lo sacamos? porque no tenemos más música, no hay.
Le sugerí a Neyra que del primer acto usáramos una música que había, muy intensa, y que dura como dos o tres minutos, pero era suficiente para ese solo. Se usa al principio del ballet, cuando ella estaba pensando en sus personajes, una música muy dramática, y que luego de que pasara todo el ballet, repartirla junto con las campanadas, hacía que ganara mucha fuerza. Luego hablamos con Alicia y era tan emocionante, que ella fue la que dijo: ¡Que grite! Eso fue un gran logro del trabajo de reposición. Alicia fue muy receptiva durante el trabajo.