Toda la Danza

Echo de menos al público

Una conversación con Gonzalo Gaguera

Marilyn Garbey Oquendo.

Gonzalo Galguera es bailarín y coreógrafo cubano. Formado en la escuela cubana de ballet, es el director del Ballet Magdeburg, Alemania, donde desarrolla una labor creativa que tiene en la literatura su fuente de inspiración. Aquí reflexiona sobre el impacto de la pandemia en el universo de la danza.

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-La pandemia que azota al mundo detuvo las prácticas danzarías. ¿Cuántos de sus planes se truncaron?

La pandemia realmente nos sorprendió, recién había estrenado dos obras. Fue un shock para nosotros. Hicimos el estreno, y a la tercera función vimos cómo cerraban el teatro. El Ballet Magdeburg fue lo último que se presentó en la ciudad. Todavía se escuchaban los aplausos, y ya el teatro cerraba puertas. Fue una experiencia bastante particular, un poco dolorosa porque nos costó mucho tiempo entender qué estaba pasando.

Afortunadamente en la temporada anterior, 2019-2020, yo tuve la suerte de hacer los estrenos de esa temporada. Fueron La fille mal gardeé, una versión de mi autoría; Petrushka, y La boutique fantastique, obras coreográficas que también estrené para la compañía. Tuve la suerte de que no se cancelaran los estrenos, pero cuando vino el confinamiento en marzo ya no pudimos volver a bailar. Hasta final de temporada, en junio de este 2020, prácticamente nos quedamos sin funciones.

-¿Cómo se entrenaron los bailarines del Ballet Magdeburg durante el confinamiento? ¿Cómo cuidaron su salud?

Creo que ahí hay un denominador común a nivel mundial. Los bailarines comprendieron que la única manera de mantenerse en forma, de mantenerse física y síquicamente activos, era continuar con el entrenamiento en casa. Fue una experiencia totalmente nueva. Yo, que siempre trato de ver lo positivo, de repente vi a muchos pedagogos, a muchos ensayadores, muchas escuelas, que dieron el paso al frente y se ofrecieron a dar clases por las vías digitales. Los bailarines de todas las compañías, incluidos los nuestros, comenzaron a unirse a ese gran entrenamiento global. Los bailarines hicieron visibles la necesidad de mantenerse en forma, sabemos que el cuerpo del bailarín es su instrumento de trabajo. Nuestra profesión adquirió nueva visibilidad y dejó el escenario para alcanzar a millones de espectadores en las plataformas digitales.

-Los cuerpos de los bailarines sufrieron durante la pandemia. ¿Qué estrategias desarrollaron para ponerlos en plenitud física y mental al volver al salón?

A medida que pasaban las semanas, los días, los meses, de manera muy personal, traté de mantenerme en contacto con los bailarines, de escucharlos, de tomar muy en serio sus preocupaciones, de darle apoyo desde mi modesta experiencia, no solo como director de la compañía, como coreógrafo, sino más bien como colega, de aconsejarlos, decirles que era importante que ellos dieran una estructura a su día. Es decir, que se levantasen a una hora, que comenzaran su entrenamiento, que aprovecharan para leer. A veces les daba sugerencia de lecturas, de qué música escuchar. Hubo mucha comunicación. Creo que a nivel emocional fue muy importante mantener ese hilo entre la compañía, mi experiencia y la de los bailarines, entre los bailarines y el director. Como físicamente no podíamos comunicarnos, para mí fue vital tener un acercamiento desde el punto de vista emocional con ellos, puesto que estábamos todos alejados de nuestro medio de trabajo. El bailarín pasa muchas horas del día entrenando, ensayando. Al cancelarse esta rutina de repente me empecé a inquietar. La salud de los bailarines, sobre todo a nivel sicológico, era mi preocupación. Fue para mí muy importante mantener ese vínculo, estar siempre atento a sus preocupaciones, a sus miedos, a sus dudas, e ir solventándolas a medida que pasaba el tiempo, desde la realidad que se nos presentaba y que aún sigue siendo nuestra nueva realidad.

Realmente confinados estuvimos 8 semanas, nos supieron a 8 eternidades multiplicadas por mil. El bailarín es consciente de que un día de trabajo perdido no se recupera jamás. Cuando volvimos a comenzar, las estrategias fueron muy cuidadosas porque estábamos supeditados a todas las medidas que el Ministerio de Salud Pública del país, Alemania, nos iba diciendo. Comenzamos trabajando de a dos bailarines, clases individuales, con distanciamiento, fuimos incrementando a grupos de cuatro, luego de seis. En este momento nos encontramos haciendo muchos entrenamientos. Comenzamos a las 9 de la mañana, terminamos a las 7 u 8 de la tarde-noche. Seguimos haciendo entrenamiento porque entre clase y clase hay que desinfectar las salas, hay que airear el salón. Todas las medidas de higiene se mantienen en vigor porque aún estamos en plena pandemia.

-¿Qué pasó al momento del retorno al salón?

El momento de volver fue inolvidable, aún recuerdo la alegría, era como una nueva primavera, estábamos todos eufóricos, no lo podíamos creer. Yo nunca pensé que volver al salón fuera a generar tanta felicidad, tanto entusiasmo. Nosotros, por las características del trabajo que realizamos, estamos tan acostumbrados a convivir con las lesiones y contratiempos que nuestro umbral de dolor es muy amplio, nuestro nivel de sacrificio es muy vasto. Todo esto va unido a la idea de que todo sacrificio tiene un beneficio. Y vimos que el sacrificio de entrenar en la casa, de mantenernos en forma, de hacer todo lo posible para que nuestra cotidianidad no decayera, tuvo su recompensa cuando nos volvimos a ver en un salón, cuando volvimos a hacer un demi plie. Yo creo que ahí todos nos dimos cuenta que la profesión que habíamos escogido, a pesar de todo, no era la equivocada. Era la profesión correcta, y pienso que eso tiene la parte positiva de saber que la pandemia no nos ha debilitado, sino que nos ha consolidado desde el punto de vista de la identificación con nuestra profesión, que sabemos es una de las más golpeada dentro del mundo de las artes escénicas, pero es la profesión más hermosas que existe. El actor puede hacer un monólogo, una obra de teatro manteniendo el distanciamiento entre los actores puede ser muy intensa, puede pasar lo mismo en la ópera. La danza es física, la danza necesita de la inmediatez corporal, y esa es la que está muy limitada por las características del virus y el consabido contagio.

-Las redes fueron instrumentos eficaces de comunicación en estos tiempos de covid 19. ¿De qué maneras las utilizaron ustedes?

Nosotros comprendimos que teníamos una herramienta muy útil en las redes. Pero yo siempre he sido muy neutral con las redes, yo no me coloco del lado de los adeptos a las redes, pero tampoco le doy la espalda, es la nueva realidad. Considero que todos los medios que puedan acercar el trabajo artístico al público son legítimos. Puede ser una entrevista, un video. En estos momentos en que el ejercicio de que el público vea a un artista haciendo su trabajo teatral está limitado, las redes y los medios son una vía para dar continuidad al legado artístico frente al espectador. Yo creo que tratamos de visualizar por todas las vías nuestra realidad. Somos parte de esa comunidad global que es la danza, hemos podido a través de las redes llegar a muchos hogares y a mucha gente que, probablemente, antes de la pandemia no habían tenido la posibilidad de acercarse al teatro. Ahí veo lo positivo.

Mi deseo es que las redes, en la etapa pos pandemia, se conviertan en un aliado del teatro, más no un sustituto. Esta es la parte que más me preocupa, y donde yo creo que los políticos, las personas que toman decisiones sobre las compañías de danza, deben ser muy conscientes de que nada sustituirá el momento en que se está produciendo una obra de teatro, una obra de danza, una ópera, en vivo. Porque ahí es donde realmente se consuma el mensaje del arte. La misión del arte es comunicar y ver cómo el artista en ese momento transporta desde la inmediatez y gracias a las facultades de cada rama artística un mensaje, una emoción. Las redes lo transmiten, pero el impacto es diferente, es algo más artificial, y es ahí donde hay que tener mucho cuidado y ser muy celoso de no pasarse en la balanza y mantener un equilibrio prudente. Porque se vean tres minutos de un video de Carmen o de El lago de los cisnes en Instagram o en Youtube no quiere decir que ya se ha visto la obra y se viva la misma emoción que se vive viéndola en su presentación real. Si dejamos todo en manos de las redes sociales, al final es la cultura la que sale perjudicada y nuestra profesión perdería su razón de ser, nos habríamos convertido es reemplazables.

Nosotros tenemos nuestros medios y canales de comunicación. El teatro hizo muchas presentaciones online. Con la compañía hicimos una serie de visualizaciones a modo de retrospectiva y también a modo didáctico. Yo tuve la oportunidad de hacer un programa online sobre la literatura y la danza. Por qué la literatura, porque está muy presente en mi obra coreográfica. Como coreógrafo he tratado durante toda mi carrera de inspirarme siempre en la literatura porque creo que ahí están todos los ingredientes que necesita un coreógrafo. Y ahí abro un paréntesis, un coreógrafo que esté interesado en contar historias, y cierro el paréntesis. Por qué, porque hay coreógrafos con otros enfoques, son más abstractos. Mi enfoque es teatral y, sobre todo, literario. Esa luz perenne que es la literatura siempre me mantiene despierto y me guía.

-¿Qué están haciendo ahora? ¿Cómo se preparan para la apertura del teatro?

Hasta el 10 de enero de 2021 seguimos con el teatro cerrado. Afortunadamente hemos podido incrementar el número de bailarines en entrenamiento. Ya comencé a montar Paquita, que es mi próxima producción para el 2021. También tendremos la reposición de El corsario, y en junio estrenaremos una obra basada en la novela del escritor austríaco Stefan Zweig, La confusión de sentimientos, será un ballet inspirado en una novela a la que le tengo mucho cariño. Recuerdo que la leí en Cuba, estaba en la Escuela y llegó a mis manos ese libro y quedé enganchado con Stefan Zweig, un escritor con una amplísima obra y una vida llena de luces y sombras. A partir de ahí, en la ENA, leí todas sus novelas, y fantaseaba conque algún día haría un ballet con una de sus novelas. Y llegó el día, estoy muy contento, espero poder realizar este montaje, que lo disfrutaré como lo hice leyendo sus libros.

Quiero contarte que estoy preparando, por si acaso en marzo se ve aplazada la función de Paquita, un proyecto que he titulado Eden One. Este proyecto va más enfocado a solistas, con música barroca, de compositores como Hendel, Monteverdi, Vivalid, Bach. Y me he inspirado en poetisas de diferentes épocas. Por ejemplo, me he inspirado en Sor Juana Inés de la Cruz, en Teresa de Avila; poetisas que abordaron la temática religiosa. También indagué en la poesía de María Zambrano, poetisa que vivió muchos años en Cuba, que huyó de la Guerra Civil y regresó a España en los años 70. Otra de las poetisas es Gilde Domín, escritora judía alemana que emigró a República Dominicana por causa del nazismo, y regresó a Alemania después de la guerra. También está la cubana Susana Camino. De esas poetisas voy recopilando contenidos que me inspiran para este proyecto. Por si el coronavirus nos sigue dando pesadillas, ya tengo un proyecto listo para esas circunstancias, y nuevamente es la literatura quien me tiende la mano.

- ¿Qué expectativas tiene para el reencuentro con el público?

La razón de ser de un artista, el aire que respira un artista es su público. El público va al teatro porque el arte le da sentido a su vida. Nosotros echamos de menos ese público, ese abrazo que te da el público cuando has hecho las cosas bien. Estoy seguro que ellos nos echan de menos a nosotros, hemos tenido numerosas muestras de cariño de aquí y de allá. Por qué, porque echan de menos algo de su día a día. Ese momento social de ir al teatro y encontrase con otras personas, de relacionarse, de aplaudir, ese disfrute que te da el arte el público lo echa de menos. Esos es algo que creo ha removido mucho la conciencia de la sociedad acerca de la importancia de la cultura. Probablemente, en primer orden uno piensa en los médicos, en los profesores, en los bomberos; se piensa en aquellos gremios que hacen que la sociedad siga funcionando, pero el arte se ocupa del alma de las personas, de enriquecer su espiritualidad. Por eso yo creo que la pandemia ha resaltado la importancia de la cultura para la sociedad. Yo, que soy una persona muy optimista, espero con ansias el reencuentro cuando salgamos de la pandemia porque sé que vamos a salir fortalecidos, el público va a adorar cada función a la que vaya sin máscara, aquella donde pueda acercarse a la otra persona y verla contenta, todo eso lo vamos a disfrutar el doble, y nosotros, todos los bailarines, cuando volvamos a dar una función de verdad, sin distanciamiento, sin medidas de higiene, vamos a vivir momentos verdaderamente entrañables, y yo creo están que están por llegar.

- ¿Cuándo vuelve Gonzalo Galguera a Cuba? ¿Hay planes de trabajo en la isla?

Iba a volver a Cuba en julio, por la pandemia me quedé con las maletas hechas. Voy cada año a Cuba para estar con mi familia, y estoy muy deseoso por volver, por estar en mi país, por estar en mi casa, de pasear por la Habana Vieja, por sentarme en el malecón y disfrutar de mi tierra, mi gente, de caminar por mi ciudad natal- Camaguey-que amo, de disfrutar de los atardeceres camagüeyanos porque son los más hermosos. No me han propuesto hasta el momento proyectos, pero yo me mantengo abierto, dispuesto a aportar, participar y emprender retos artísticos en mi país, siempre y cuando sean enriquecedores. Siempre he tendido la mano a proyectos con Cuba. Todos han sido experiencias muy bonitas marcadas por la creatividad y las ganas de profundizar en lo que cada quien aporta artísticamente, puesto que de eso se trata, de ampliar horizontes y contribuir con el arte y la cultura de nuestro país.

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