Por Margarita Tortajada Quiroz
El Conjunto Folclórico Nacional arriba a sus 60 años de trabajo. El mexicano Rodolfo Reyes fue uno de sus fundadores, y su nombre se reitera como coreógrafo principal en los primeros años de la agrupación. Aquí dejó su huella, y luego expandió sus maneras de hacer por buena parte de Latinoamérica.
Hoy compartimos, en modo agradecimiento, el elogio que la investigadora Margarita Tortajada Quiroz pronunciò en la ceremonia en la que a Rodolfo Reyes se le otorgó la Medalla Bellas Artes, el 10 de diciembre de 2019, en la Sala Manuel M. Ponce. Palacio de Bellas Artes. CDMX.
Foto: Margarita Tortajada junto a Rodolfo Reyes. Tomada del perfil de Facebook del CENIDI-Danza José Limón
La cartografía es una ciencia para trazar y/o estudiar mapas, conocer los relieves y las formas, los recovecos y las latitudes, las topografías y las geometrías. De ahí derivan documentos objetivos y precisos, pero también obras de arte llenas de color, que expresan creencias, deseos y pasiones; las representan, le dan cuerpo y las complementan.
Así veo la vida de Rodolfo Augusto Reyes Cortés: el trazado de una gran cartografía de su danza, que la ha expandido con sus viajes y virajes, su audacia y objetivos.
La cartografía a la que me refiero es similar a la que realizaron los antiguos navegantes: recorriendo (es decir, haciendo, como sucede con la danza). No con computadoras ni satélites, sino con el registro de sensaciones en líneas, caligrafías, formas y matices.
Las trayectorias que Rodolfo ha construido desde Chiapas, concretamente San Cristóbal de las Casas 1936, carece de líneas rectas, ordenadas y predecibles; aparentemente hay caos, discontinuidad, trazos caprichosos. Sin embargo, visto con atención hay una columna que le da coherencia a su labor: la danza.
Muy joven Rodolfo Reyes dejó su ciudad natal para viajar a la Ciudad de México, en donde ingresó a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”. En una visita de estudio, conoció la danza, un arte afín a su interés mayor (la escultura), pues implica la construcción de volúmenes en el espacio, pero con movimiento, ritmos y cadencias de músculos y energía. Rodolfo se dejó atrapar por esos cuerpos que bailaban en total coordinación y por el maestro que los dirigía, Xavier Francis, a quien reconoce como su mentor. Fue muy afortunado de vivir esa experiencia justamente cuando la danza moderna nacionalista llegaba a la madurez y conjuntaba a grandes creadores y apoyos. Participó como bailarín del Ballet Mexicano de la Academia de la Danza Mexicana y casi de manera inmediata de otra tendencia, encabezada por el norteamericano Xavier Francis y la danesa Bodil Genkel (1955), quienes se atrevían a alejarse de la línea hegemónica y a experimentar con lo abstracto, lo virtuoso, lo otro. Era el Nuevo Teatro de Danza que ambos extranjeros dirigían.
En el momento de la transición de la danza moderna a la contemporánea mexicana, Rodolfo viajó en 1960 a Cuba como bailarín huésped del Ballet Nacional de México, dirigido por Guillermina Bravo. Luego de dos semanas el trazo del mapa de Rodolfo se modificó radicalmente; fue invitado por su amigo, también mexicano Manuel Hiram, y el legendario Ramiro Guerra, a integrarse al Conjunto de Danza Moderna. Rodolfo decidió permanecer en la isla que respiraba el cambio de la Revolución. Luego de poco tiempo dejó la compañía, pero se lanzó a formar otra.
El trabajo no debió ser fácil por el momento y las condiciones que se vivían; sin embargo, encontró compañeros que, como él, realizaron una intensa labor en la coreografía, investigación y dirección para llegar al corazón de la cultura cubana. Con apoyo del mismísimo Che Guevara, nació el Conjunto Folclórico Nacional (1962), con el que Rodolfo viajó por varios países del mundo y puso en juego todos sus conocimientos y experiencia dentro de la danza clásica, moderna y folclórica, sus prácticas milicianas, su deseo de aprender y compartir.
En 1968 regresó a México con su obra Ballet de Cuba, que formó parte del repertorio del Ballet de las Américas, dirigido por Amalia Hernández. Fue el momento en que también conoció al coreógrafo chileno Patricio Bunster, quien lo invitó a su país. Este nuevo trazo lo llevó al Cono Sur, en donde tomó la dirección del Ballet Folclórico Nacional de Chile en 1969. Viajó por ese país consolidando su metodología de investigación etnográfica para la creación escénica, y por diversos países llevando sus coreografías. En 1973 la cartografía de Rodolfo casi se desintegró de manera súbita cuando fue tomado preso al momento del golpe de Estado en Chile. Fue rescatado desde México por la intervención de paisanos y amigos, como Amalia Hernández.
Un vuelco en el mapa de la danza de Rodolfo lo llevó a Xalapa, en donde fue invitado a fundar la primera Facultad de Danza de México, dentro de la Universidad Veracruzana, además de su Ballet Folklórico y la Compañía de Danza Contemporánea. A su vez, Rodolfo invitó a su maestro Xavier Francis y al gran bailarín, maestro y coreógrafo Luis Fandiño, quienes acudieron a darle su apoyo. La Facultad, por cierto, ya cumplió más de 40 años de vida para beneplácito de todos y todas nosotras.
El mapa otra vez se expandió, cuando Rodolfo partió a Ecuador a trabajar con la Compañía Nacional de Danza de ese país por unos años, y luego regresó a México con varios de esos bailarines y bailarinas, como las brillantes Solange Leborges y Laura Alvear, que vinieron a participar de la danza mexicana. Ésta experimentaba una transformación, provocada por la nueva generación que modificó la correlación de fuerzas del campo dancístico: era el Movimiento de Danza Contemporánea Independiente, a la que se incorporó Rodolfo con la fundación del grupo Alternativa en 1978, que tuvo entre sus integrantes a varios ecuatorianos y mexicanos, a una francesa, a Rodolfo y a sus amigos de siempre, Francis y Fandiño. Finalmente fue éste último quien tomó la dirección del grupo, mientras que Rodolfo caminaba por otro sendero.
Él le confesó a Felipe Segura en 1985 que es un “ave de paso”, que promueve e impulsa, para marcharse a abrir caminos nuevos. Eso sucedió, y llegó a la Universidad Autónoma de Guerrero, en donde creó en 1982 otro grupo más, Barro Rojo, que se independizó del proyecto de universidad-pueblo para establecerse en la Ciudad de México.
En 1983 tuvo contacto con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, que devino en la fundación de la Compañía de Danza Contemporánea, la asesoría al Ballet Folklórico de la BUAP, la implementación de su propuesta de “reconstrucción etnohistórica” que busca crear una danza escénica “pura”, y el montaje de varias obras que se han mantenido en el repertorio.
Siguió Nicaragua, a trabajar con el gobierno sandinista. Luego la Ciudad de México, cuando fundó el grupo de danza contemporánea Metrópolis-Utopía (1987), que finalmente quedó bajo la dirección de Marco Antonio Silva y se independizó de la institución. Luego la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
En 1997, con la llegada de Cuauhtémoc Cárdenas al gobierno de la CDMX, Rodolfo Reyes se convirtió en director del Centro Cultural Ollin Yoliztli (única ocasión en que ese cargo ha sido ocupado por alguien proveniente del área dancística), pero pronto partió de ahí.
En 2002 se cerraba aparentemente una trayectoria con el regreso de Rodolfo a Chiapas con el cargo de coordinador de enseñanza y fomento artístico del Coneculta. Impulsó la creación de la Compañía de Danza Contemporánea de ese estado y la realización de festivales y programación de diversos artistas y espectáculos.
¿Cómo descifrar esta cartografía, que aún es tan difícil seguir? De norte a sur, de sur a norte, de derecha a izquierda (no en sentido contrario, ha quedado claro), del centro a la periferia y viceversa, en espiral, línea punteada, línea quebrada, continua, discontinua, circular, tersa, pronunciada, subrayada. Un navegante que toca puerto y no permanece, pero sí su obra. Un recorrido fundando escuelas y compañías de danza contemporánea y folclórica, realizando investigación etnohistórica, creando obras abiertamente políticas y descriptivas, defendiendo ideas sobre la técnica y formas de construir disciplinariamente al cuerpo, negociando con las autoridades, convirtiéndose en autoridad, trabajando en los ámbitos oficiales, apartándose de ellos cuando se retiran los apoyos, haciendo declaraciones y creando fantasías, conduciendo, convenciendo, gritando su inconformidad, recibiendo reconocimientos, acumulando afectos, promoviendo, programando, decidiendo, haciéndose de cómplices.
¿Qué decía Rodolfo Reyes en 2019 (dos años antes de su muerte, cuando recibió la Medalla Bellas Artes)? Que él era lo que había vivido, que se hizo a sí mismo gracias a la danza, que tenía mucho por dar.
Era un ser que no descansaba, que vivía en tiempo gerundio, siempre proyectando hacia el futuro o tomando lo que se presentaba, que construía según un plan preestablecido o erigiéndolo en el momento. Era intrépido, era arrojado. Su influencia se ha hecho sentir en muchos rincones y concepciones, en la profesionalización de la danza, en su independencia, en la reflexión, la docencia, la creación, la difusión, la gestoría.
Hace décadas su paisana, la gran poeta y novelista Rosario Castellanos, le dedicó un poema y en él se preguntaba sobre el quehacer que realizaba Rodolfo:
¿Qué buscas más allá
del movimiento puro y calculado,
del frenesí que agita el tirso de los números?
¿Qué convulsión orgiástica se enmascara en el orden?
Ninguno, respondo yo. No hay orden. La cartografía de Rodolfo Augusto Reyes Cortés es sinuosa y se ha llevado a cabo por México y Latinoamérica, hablando de la realidad y tratando de sostener su discurso. La ha hecho como la danza, con cuerpos vibrantes, en el tiempo presente o en el gerundio, en el movimiento y el cambio permanentes.
Enhorabuena por recibir la Medalla Bellas Artes.
Un honor más para el maestro.
**Muchas gracias por la invitación. Es un placer compartir con todos ustedes este conversatorio con la Facultad de Danza, sus amigos, las autoridades, todos y todas. Agradezco también a quienes me ayudaron a intentar descifrar la ruta que ha seguido Rodolfo Reyes (él mismo, Valentina Castro, Luis Fandiño, Mercedes Borges, Cristóbal Ramírez, Francisco Villalobos y el libro Hombre de movimiento puro y calculado, de Mario Nandayapa).