Vi.Va BNC
Por Viengsay Valdés
El 16 de diciembre de 2021 el Ballet Nacional, la compañía que hoy tengo el honor de dirigir, estrenó en nuestro país Séptima sinfonía, una de las piezas estelares del coreógrafo alemán Uwe Scholz.
Con el afán de enriquecer el reportorio del Ballet Nacional de Cuba (BNC), sumando a su rica historia obras de extraordinario valor artístico, los asistentes a aquella premiére fueron testigos de cómo la pieza se convirtió, además, en la primera creación del afamado autor que se incorpora al catálogo coreográfico de una compañía danzaria cubana.
Foto: Séptima Sinfonía. Cortesía de la autora
Esta coreografía me cautivó desde la primera vez que la vi en Montreal. Fue en 2018, cuando Le Grands Ballets Canadiens me invitó a interpretar el pas de deux de Don Quijote, como parte de una suite de ese clásico preparada para exhibirse en la sala Wilfrid Pelletier del Place des Arts, en Canadá. Aquellas tres funciones se presentaron bajo la denominación de “Soirée des Étoiles” (“Tarde de Estrellas”), y allí descubrí Séptima…
Desde entonces, indagué las posibilidades de sumarla al repertorio del BNC. Comencé a averiguar sobre los derechos de la obra, los pormenores de los diseños del vestuario; les tomé fotografías muy cerca a los intérpretes con la intención de no perder detalles para la futura reproducción en nuestro taller de costura. Así fui realizando algunas precisiones desde aquellos días de 2018.
Al llegar a La Habana, inmediatamente se lo comenté a la dirección de la compañía con la esperanza de estrenarlo en el Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, en su edición 26. Me habían facilitado un DVD con la grabación del ballet completo y se lo entregué a Pedro Simón, director del Museo de la Danza y esposo de Alicia.
Foto: Séptima Sinfonía. Cortesía de la autora
Mi visión fue muy clara desde el principio: era un ballet masivo, digno de presentarse en la Gala de inauguración de nuestro Festival. Lamentablemente, no surtió el mismo efecto en los receptores de la propuesta y no fue posible llegar a Séptima sinfonía hasta ahora.
¡Todavía parece un milagro! No es un secreto que la pandemia de Covid-19 tuvo a la mayoría de las compañías artísticas del mundo semiparalizadas. El coronavirus se encargó de demostrarnos que ningún plan –profesional o personal- es seguro. Pero, en medio de tantas vicisitudes, ¡lo logramos! Insistir en el empeño nos permitió a un grupo de personas que, junto a mí no se detuvieron, alcanzar el éxito.
Agradezco mucho la valentía y la buena energía con que Roser Muñoz, la repositora y maître española, llegó a la sede del BNC, en La Habana, para montar la obra en el momento en que se restauraban los vuelos a la isla, y que en varios intentos vio aplazado su traslado a Cuba.
Foto: Séptima Sinfonía. Cortesía de la autora
Su disposición para buscar soluciones sobre la producción de vestuario fue vital. Al principio, le propusimos que trajera las telas y así confeccionaríamos los trajes en nuestra sede. Eso implicaba mayor entrega de ella, pues en su poco tiempo disponible, debía localizarlas, comprarlas y traerlas en un equipaje extra. Roser estaba dispuesta a hacerlo, pero encontró una solución mejor. Indagó en la propia compañía a la que había pertenecido durante tanto tiempo en Leipzig y ellos accedieron a donar una producción anterior; pues ya la habían renovado. Se la enviaron vía correo desde Alemania a España y la trajo consigo como equipaje.
Sin duda, fue “una carta” asegurada y una gran alegría. Tuvimos la colaboración de los British Friends y de Frank Duval, quien dirige la marca Sansha. Ellos aportaron mucho en gran parte de las gestiones y merecen el reconocimiento de nuestra parte.
Roser no solo dejó en claro su habilidad de especialista en la reposición de coreografías de Uwe Scholz, quien fuera su mentor y director cuando ella era primera bailarina del Ballet de Leipzig, en Alemania; sino que demostró ser una profesora comunicativa, detallista y de gran carisma. Para mayor presión, nosotros le propusimos montar Séptima sinfonía en menos tiempo del que ella tenía previsto y, para su propia sorpresa, lo consiguió. El BNC le respondió con profesionalismo y la pasión latina que imprime habitualmente a sus puestas escénicas.
Ella nos refería que Uwe Scholz utilizaba la música de manera absolutamente única y moderna y que en Séptima sinfonía intentó transmitir, con la calidad de los pasos e intensidad de los movimientos, la apoteosis de esa sinfonía beethoveniana. En su criterio, las creaciones de Scholz devienen una transcripción pura de las partituras a través de los pasos. En cada nota colocaba un movimiento, para cada instrumento proponía un intérprete y, en particular sobre la Séptima, deseaba que quien supiera leer partituras, pudiera seguir esa composición a través de los bailarines.
Varios estudiosos consideran a Scholz como un heredero de otros dos gigantes de la coreografía mundial: Georges Balanchiney John Cranko. Los críticos coinciden en que supo utilizar con suma elegancia el neoclasicismo para crear piezas como esta que el BNC acogió con gran pasión y también sacrificio, luego de casi dos años de obligatorio confinamiento por la pandemia. Por ese motivo, dedicamos la primera función a los creadores de las vacunas cubanas, que consiguieron un hito sin igual en América Latina. Al estreno en Cuba, en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, asistieron como invitados especiales la viceprimera ministra de la República de Cuba Inés María Chapman; el Dr. Eduardo Martínez Díaz, presidente de BioCubaFarma, y numerosos científicos participantes en los programas de creación y desarrollo de las vacunas en nuestro país.
Foto: Séptima Sinfonía. Cortesía de la autora
Ellos fueron espectadores de un ballet nada sencillo y sí muy intenso y plagado de emociones, que la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, bajo la dirección de Yhovani Duarte, supo transmitir como digno homenaje a Beethoven, justamente el día en que el mundo celebraba el aniversario 250 del natalicio del célebre músico alemán, y el mismo año en que esa coreografía de Uwe Scholz arribaba a su aniversario 30.
Deseo apuntar, además, que esta partitura fue descrita por Richard Wagner como “la apoteosis de la danza”, y me regocija que el BNC la haya expresado tal cual en la escena. Aunque es una pieza sin argumento, cada bailarín nuestro, inspirado por la música, supo impregnarle rasgos de su propia personalidad, en especial los solistas de cada uno de los cuatro movimientos.
El proceso de selección se efectuó mediante una audición en la cual se probaban frases de la coreografía y, para orgullo de muchos, varios jóvenes recién graduados quedaron elegidos como parte del elenco.
Ver el despliegue técnico y artístico, la seguridad de sus ejecuciones, el apoyo del diseño de luces (que hasta competía con la coreografía), readaptado por nuestro luminotécnico, Ignacio Argüelles, a partir del original de Scholz; y la entrega de los bailarines, hizo de esa temporada un regalo espiritual para el espectador. La recepción del público y efusividad de los aplausos lo demostraron.
Foto: Séptima Sinfonía. Cortesía de la autora
Como resultado, los críticos y especialistas que pertenecen a la Sección de Crítica e Investigación Teatral de la Asociación de Artistas Escénicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), le otorgaron a Séptima sinfonía, de manera unánime, uno de los Premios Villanueva de la Crítica, correspondientes al bienio 2020-2021.
Con el éxito alcanzado y con la esperanza de volver pronto a la escena, el BNC se conmueve; llega el saludo final y la aprobación de todos, el artista se siente fortalecido y recibe su recompensa. Todo esto aviva nuevas “llamas”.