Fernando Alonso
Para empezar, quisiera señalar brevemente las condiciones que según nuestra opinión debe reunir un profesor de ballet. Estas condiciones son difíciles de encontrar, en una sola persona, tan difíciles como un buen bailarín o un buen coreógrafo. Enumero esas condiciones.
Primeramente, conocer la técnica del ballet. Este conocimiento implica un verdadero dominio de la mecánica de la danza y el fraseo. El ballet no permanece estático, sino que se transforma continuamente; aun en sus formas más académicas. En el ballet lo "clásico" es un concepto en perenne transformación. La técnica del ballet se enriquece en el tiempo con los aportes de diferentes bailarines, profesores y coreógrafos. Un profesor de ballet debe estar al tanto de estos aportes y conocer la gama coreográfica pasada y actual.
Es muy importante en un profesor de ballet la facilidad para captar las deficiencias y necesidades de su alumno, con el fin de combinar pasos que lo ayuden a dominar la técnica tradicional, y le permitan incorporar las nuevas exigencias de la coreografía moderna. El bailarín –y esta es una de las metas de un buen profesor debe llegar a ser un ilimitado y perfecto instrumento en las manos del coreógrafo, sin que pierda su personalidad en la expresión artística.
Para este fin, es necesario, la utilización de un método de enseñanza, y la selección y asimilación de elementos de otros métodos que el profesor considere esenciales para el mejor desarrollo de sus alumnos. Si es necesario, se deberá ir a la creación de un nuevo método de enseñanza, de acuerdo con las condiciones de su país. Dos puntos importantes en la creación de este nuevo método estarían dados por sus experiencias personales y por las condiciones nacionales que dotan a los bailarines, a los cuales enseña, de características específicas.
A continuación, mencionaré tres materias cuyo conocimiento considero importante: anatomía, kinesiología y física. Los conocimientos de anatomía y kinesiología me parecen indispensables para lograr una utilización mejor de los ejercicios, evitando deformaciones y defectos que puedan lastrar con el tiempo la carrera de un bailarín. La física aplicada al ballet o mejor dicho, el baIlet aplicado a la física es de suma importancia. La danza requiere un reordenamiento de las fuerzas físicas naturales que obran sobre el bailarín, aprovechándolas a veces y contraponiéndolas otras. El bailarín entabla una lucha perenne con las leyes físicas. Es un ejemplo de lo que puede lograr la voluntad humana en concierto con las leyes de la naturaleza.
A estos conocimientos debemos unir una amplía comprensión de la cultura, que le permita exigir la identificación estilística e histórica; y sentido y conocimientos musicales para sincronizar y matizar el "enchainement" de los pasos que crea para su alumno. El profesor debe ser el guía y orientador del alumno en todo lo que atañe a su desarrollo artístico, cultural y técnico; aconsejándolo en muchos aspectos de su vida, lo que requiere una percepción psicológica que lo ayude a comprender los problemas subjetivos del bailarín, problemas que en muchas ocasiones impiden su desarrollo. Además, el enorme esfuerzo físico e interpretativo produce en el bailarín una gran catarsis emocional, engendrando una actitud un tanto apática hacia las preocupaciones intelectuales. El profesor de ballet debe ayudar al artista en su desarrollo intelectual, evitando que se convierta en una simple máquina.
Cabría señalar ahora una condición que enriquece grandemente a un profesor, y es su experiencia escénica. Se ha dicho que el escenario es maestro de maestros, y es cierto. Pocas cosas pueden ayudar tanto a la formación de un profesor como una consciente actividad escénica. Sabemos que no siempre el mejor bailarín es el mejor maestro, pero, sin embargo, es decisivo para un profesor haber tenido en algún momento de Su vida alguna experiencia como bailarín.
Finalmente, quiero llamar la atención sobre un punto que considero de importancia fundamental. Ese punto podría llamarse "espíritu revolucionario". Creo que un profesor debe mantenerse en estado de perenne curiosidad, de inquietud y de insatisfacción con el fin de emprender nuevos rumbos, partiendo de las viejas tradiciones, pero con un sentido dialéctico. Permanecer abierto a todas las corrientes y aportaciones que puedan producirse dentro del ballet.
Después de esta enumeración, sería conveniente referirnos a las condiciones especiales de Cuba. Esa sería la parte de experiencia personal que yo podría aportar en este momento. Me gustaría basarme en ella, y que gran parte de las cosas que he dicho se comprendieran a partir de las condiciones de mi país.
Las condiciones especiales de Cuba, están determinadas por el hecho de haber sido un país donde no existía el baIlet profesional, y en el cual surgen, casi simultáneamente, tres figuras que determinarán en el transcurso de los años una Escuela de Ballet, e imprimen un sello característico a los nuevos artistas: una bailarina de fama mundial, con estilo muy propio, que se convierte en un ejemplo a seguir; un coreógrafo que se desarrolla, absorbiendo dentro de las formas tradicionales, una serie de elementos de la vida cotidiana cubana, que culminan en un nuevo lenguaje; un profesor que busca la forma de crear bailarines que puedan expresar o cumplir las necesidades del vocabulario tradicional y moderno, satisfaciendo las demandas de cualquier coreógrafo.
En nuestro caso podemos decir que no fue el trabajo individual, sino un trabajo colectivo de tres personas, situadas en los extremos del triángulo artístico del ballet: el artista, el coreógrafo y el profesor. Comprendemos que el trabajo solitario de alguno de estos puntos del triángulo no hubiera sido tan completo en la formación y desarrollo de los nuevos bailarines y de nuestra escuela, y que, por el contrario la unión de los tres nos ha permitido cumplir cabalmente esta formación que determina una manera de bailar.
Durante varios años, dos de los elementos de este triángulo, la bailarina y el profesor, funcionaron unidos en la formación de los artistas, logrando éxitos considerables en la línea tradicional y contemporánea. Creamos de este modo bailarines capaces de vencer cualquier demanda técnica y estilística. Pero no se produjo una reacción artística nueva lograda hasta la incorporación del coreógrafo, cuya integración nos permitió llegar a una forma de bailar más nuestra, más cubana.
Desde luego, hay un factor decisivo en todo este proceso: la revolución social que transformó totalmente la vida de nuestro país liberando fuerzas que estaban maniatadas y que se lanzan en una carrera vertiginosa hacia adelante, permitiendo al artista ocupar el puesto que le corresponde en la sociedad y disponer de los recursos que necesita para expresarse.
Durante el capitalismo el ballet se convirtió en una afición elegante de las clases adineradas, sin finalidad artística. Fue un pasatiempo que dotaba de modales sociales y embellecía la figura. No obstante, permitió descubrir a un buen número de bailarinas, que no culminaron como tales hasta después de la transformación de nuestra sociedad.
El resultado de este trabajo colectivo lo podemos observar en nuestras primeras bailarinas del Ballet Nacional de Cuba, y luego en toda una pléyade de jóvenes formados durante el proceso revolucionario, en la compañía profesional y en la Escuela Nacional de Ballet.
No fue posible con los bailarines realizar idéntico trabajo antes del triunfo de la Revolución. Las condiciones imperantes en el país no permitían que un muchacho de 8 ó 9años pudiera tener conciencia de su vocación y menos aún decidir estudiar ballet.
Sin embargo, ahora en Varna, tenemos la oportunidad de presentar el resultado de un trabajo que empieza dar sus frutos: un joven alumno del 7mo año de la Escuela Nacional de Ballet. No se trata de un caso único. A su nivel un grupo de jóvenes cumplen las exigencias del método con un año de experiencia escénica, actuando en el cuerpo de baile del Ballet Nacional de Cuba.
Actualmente, nos encontramos con una nueva situación: varias bailarinas, varios coreógrafos y varios profesores, que trabajan dentro del más amplio espíritu de colaboración, con una misma meta a cumplir: desarrollar, al más alto nivel posible, abiertos a toda innovación o experimento, basados en la más pura técnica danzaria, la escuela ya creada.
En conclusión: el maestro esculpe y anima al artista. No obstante, su tarea sería estéril si el artista, no posee tres elementos esenciales: condiciones físicas, talento y voluntad.
Tomado de Cuba en el Ballet Vol. 2 No.1, 1971