Toda la Danza

Y a lo lejos el Babúl

(como un coro perennal )


Por Eldys Baratute

La danza es la manifestación artística que más destaca en el panorama artístico cultural de la provincia Guantánamo. Esto, por supuesto, no es un hecho fortuito. Si partimos del hecho de que la evolcuión del arte no se puede separar del medio en que se desarrolla, descubrimos que un grupo de condiciones socioculturales han permitido que sea exactamente la danza lo más visible en el territorio.

Uno de los elementos que más influye en esta efervescencia es la presencia de una Escuela Vocacional de Arte, encargada de estimular el gusto por la danza en niños y adolescentes, no solo a los que cursan los niveles de enseñanza, sino a los de la comunidad, gracias al vínculo de la propia escuela con el entorno. Desde al año 2013, y debido a sus resultados, dicho centro se convirtió en la escuela Profesional de Danza Alfredo Velázquez, con la presencia de estudiantes de gran parte del oriente del país, lo que expandió la influencia del claustro y los futuros bailarines en la comunidad. Ya no solo en su radio más inmediato sino en zonas periféricas.

Ernesto Llewelyn. Fotos: Cortesía del autor

Ernesto Llewelyn. Fotos: Cortesía del autor

Otro de los elementos que conspira es la presencia de tres compañías, nacida la primera en el año 1990 gracias al empuje de la maestra norteamericana Elfriede Mahler. Esto ha permitido la constancia de un movimiento danzario que abarca distintos estilos, lo que sin dudas contribuye a la formación de un público que gracias a los espacios fijos que se realizan en las sedes, ha adquirido herramientas para valorar la danza y eliminar criterios estereotipados, que afectan tanto a hombres como a mujeres, en relación con esta manifestación de las artes escénicas.

Y por último, incide como elemento determinante el reservorio de tradiciones africanas, francohaitianas, caribeñas que aportan, desde sus peculiaridades, a un entramado cultural diverso. Y con esto me refiero a hábitos, costumbres y tradiciones que se han transmitido a través de varias generaciones de guantanameros. Todos estos elementos trascienden incluso la cabecera municipal y propician que, de territoros pequeños como Caimanera, emerjan algunos de los bailarines más virtuosos de la provincia.

Vale destacar además que la presencia de figuras notables de la danza, con un recocimiento y respeto en el resto del país sirve también de referencia para profesionales y aficionados. El desempeño de Elfriede Mahler, Alfredo Velázquez, Ladislao Navarro, Ernesto Llewelyn De La Hera, Yaneisi Chibás, Marveyis Martínez, Mirurgia Decos, Delia Olivares, Yoel González, Elio Oreste Reina y otros, desde sus roles como bailarines, regisseurs, coreógrafos o maestros, ha sido determinante en estos treinta años del movimiento danzario profesional.

Cada una de las tres compañías en el territorio ha particularizado un estilo en la escena, una forma de asumir la danza, y con “asumir” no me refiero solamente a la técnica, sino a una narrativa que se construye a partir de las potencialidades de cada uno de los bailarines (algunos provienen del sistema de enseñanza artística y otros no), los colores del vestuario, la yuxtaposición de elementos del folclor yoruba, campesino, caribeño y la danza moderna, la gestualidad, la apropiación de elementos de la identidad del guantanamero, unidos a los intereses del propio coreógrafo y la línea estética a defender por cada una de ellas.

Obra Souvenir. Cortesía del autor

Obra Souvenir. Cortesía del autor

La Compañía Danza Libre, la primera en fundarse, defiende la danza contemporánea y el folclor (sobre todo yoruba y campesino). Danza Fragmentada cultiva la danza contemporánea con un fuerte componente teatral, y el Ballet Folclórico Babul trabaja, predominante, el folclor caribeño y zonas poco exploradas del africano. Cada una, desde su perespectiva, construye un universo que seduce a públicos de todas las edades.

El Ballet Folclórico Babul debe su gestación a nombres como Isaías Rojas, Ernesto Llewellyn De La Hera, Luis Valverde, Arquímedes Salas, Juan C. Correoso, Judith Góngora, Wilmer Sangregué, Ariel Daudinot y Naida Rubio, grupo de jóvenes que, con el deseo de potenciar una línea netamente folclórica en el territorio, se unieron en abril de 1994 para fundar este proyecto que no se profesionalizaría hasta tres años después, gracias al empuje del equipo de trabajo del Consejo Provincial de las Artes Escénicas de aquel entonces.

El nombre de la agrupación lo toman de uno de los bailes del complejo Yubá y al mismo tiempo le rinden tributo a Guantánamo y a uno de sus hijos más ilustres: Regino Eladio Boti, quien en su poema Babul, publicado en el libro Kindergarten, nos dice:

Y a lo lejos el Babúl

como un coro perennal:

tamborongos y marugas

y esterteros del catá.

BABÚL. Babúl. Babúl.

Babúl afrocubano,

ancestro de jazz-band,

babúl,

babúl.

Tacatá, tacatatá.

Tacatá, tacatatá.

Babúl.

Ba-búl.

(Sólo un efecto musical)

Aludiendo a la multiplicidad de ritmos, de sonidos, herencias que se funden en la más oriental de las provincias. Para el poeta eso era Babúl. Para aquel grupo de jóvenes de 1994 esa sería también una máxima. A veintisiete años de aquel momento, la compañía es uno de los principales exponentes del folclor en la isla.

Uno de esos elementos que la particulariza es la prevalencia de la orquesta de percusión dentro de las coreografías. El sonido, la voz, los instrumentos no son accesorios en la puesta en escena, por el contrario, se convierten en protagonistas de la misma, al punto de que muchas veces músicos y cantantes forman parte de la obra coreográfica. A los sonidos habituales que se escuchan en este tipo de orquesta, nacidos de la percusión, se le adicionan instrumentos de viento y de cuerda, algo que enriquece la propia musicalidad de la agrupación y permite que el ritmo de la obra descanse sobre los arreglos musicales. Escenas llenas de sensualidad, tensión, felicidad, dolor, vida, esperanza, muerte son percibidas por los espectadores solo con escuchar la música, más allá de lo que ocurra en la escena.

El changüí, el nengón y el kiribá, ritmos autóctonos de esta zona del país, forman parte de la banda sonora de Babul. De ahí que, a la hora de montar obras que recrean el folclor campesino, son estos ritmos los que prevalecen y se apropian no solo de la musicalidad, sino del estilo de vida de los hombres y mujeres que han heredado esta tradición musical y que, desde sus espacios de socialización, manejan sus propios códigos de convivencia.

En el caso del folclor yoruba, más allá del recreo de patakies de los orishas, Babul prefiere indagar en historias de tribus poco conocidas. Por lo general, cuando se piensa en África, se construyen esquemas de comportamiento, olvidando que este es un continente donde habitan múltiples tribus, asentamientos, microespacios que manejan dialectos diferentes y tienen distintas miradas de un mismo proceso social. De ahí que un estudio profundo de esta región les ha posibilitado la exploración de zonas poco visibles.

Obra Souvenir. Cortesía del autor

Obra Souvenir. Cortesía del autor

Sin embargo, en donde más cómoda se siente la compañía es en la exploración del folclor caribeño. La presencia de descendientes de las islas del Caribe en Guantánamo les ha posibilitado a bailarines y coreógrafos la indagación en las particularidades de estas regiones, tanto de las externas, que ayudan a crear escenografías que imitan el contexto, como de los estilos de vida de sus habitantes.

Con una marcada teatralización se recrean escenas que asombran por su colorido, virtuosismo y emotividad. Sobre todo al tratar temas como la violencia contra la mujer como consecuencia de conceptos patriarcales aún predominantes, la preservación de rituales mágico-religiosos nacidos de mitos y leyendas, y en contraposición, la pérdida de la identidad a partir de una negación de las costumbres.

En el Caribe, como mismo sucede con África, a pesar de los elementos que unen cada uno de sus territorios, sobresalen diferencias culturales que, por lo general, se deben a las herencias de sus colonizadores. En cada caso son estudiadas las particularidades de la región y el fenómeno a explorar para construir una obra que no se quede en la epidermis, sino que vaya a los antecedentes, a los por qué de esos comportamientos, para lograr más tarde empatía entre los bailarines y el público.

El uso de una escenografía exuberante, los colores vivos (rojo, azul, verde, amarillo) en el vestuario, la presencia de máscaras o de pinturas en el rostro, las manos y piernas, los movimientos pélvicos sensuales de hombres y mujeres, una marcada gestualidad y la presencia de accesorios (lanzas, sombreros, cestas, machetes, utensilios de cocina), así como el manejo de diversos dialectos e idiomas por parte de sus músicos y bailarines, le permite a esta agrupación recrear situaciones con una verosimilitud que transporta a los espectadores a esa otra realidad, para ellos distante, que gracias al trabajo de la compañía logran acercar.

Obras como Pompadour, Barón Samedí, Manmán Bois, Asikán Bokú, Los árboles músicos, Souvenir, Ébano y otras muchas, se mantienen en un repertorio que se renueva, pero al mismo tiempo retoma cada cierto tiempo coreografías que han marcado una pauta dentro del trabajo del grupo.

Por su desempeño durante estos veintisiete años en algunos de los principales escenarios dentro y fuera del país, así como por la persistencia en el trabajo comunitario, tanto en la comunidad de San Justo —donde tienen su sede—, como en zonas inhóspitas del territorio Guantanamero, han recibido varios reconocimientos que avalan su trayectoria.

Sus espacios fijos Bajo la ceiba, en el céntrico parque José Martí, y La descarga del patio y El Kumbite, en su propia sede, le han brindado herramientas a un público que, al mismo tiempo, sirve de referencia a los coreógrafos para el montaje de nuevas obras, estableciendo una constante retroalimentación entre unos y otros.

Sin dudas hay una conexión importante entre el Ballet Folclórico Babul y esta tierra de gente que camina bailando. Sin dudas el poeta nunca pensó que sus versos inspirarían a un grupo de jóvenes a invocar a sus ancestros y hacer del estudio y la recreación del folclor africano, cubano y caribeño parte de sus vidas. Sin dudas su director desde 1994, Ernesto Llewelyn De La Hera, no pensó que llegarían, como lo han conseguido, a convertirse en imprescindibles para un público que los necesita y los aplaude.

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