(Especial para la revista Todaladanza)
Por Miguel Cabrera
Historiador del Ballet Nacional de Cuba
Aurora Bosch, una de las bien llamadas Joyas del ballet cubano, arriba a las ocho décadas de fecunda existencia y, para orgullo de todos, en permanente vínculo con el arte al que ha dedicado su vida entera.
Nacida en el humilde centro médico Maternidad Obrera, en el actual municipio de Marianao el 10 de diciembre de 1942, encontró desde muy pequeña en su hogar una inspiración artística que luego le vino vocación y entrega. “Desde pequeña encontré en mi ambiente familiar un marcado interés por la música y el baile popular –me ha confesado en estos días de homenajes–; unos tíos míos fueron estrellas nacientes del concurso de La Corte Suprema del Arte e integraron un dúo temporalmente. Mi abuela paterna, por su parte, era una apasionada del baile, una artista frustrada. Recuerdo que escuchaba mucho la radio y cuando yo llegaba de la escuela, debía servirle de partenaire en los danzones y en las canciones de la trova tradicional que ella bailaba. Fui sintiendo una fuerte inclinación por ese tipo de baile y lo practicaba a solas, encerrada en una habitación, frente a los espejos de un escaparate, con la ropa de mi madre como vestuario y muchos adornos en la cabeza”.
“Un día salió en un periódico la convocatoria para cubrir treinta becas para niñas pobres en la Academia de Ballet Alicia Alonso. Me enteré de ello tanto por mi abuela como por el revuelo que se formó entre mis compañeras de la escuela pública de San Lázaro y Águila, en La Habana, donde estudiaba. Se hizo todo a espaldas de mi abuelo, que quería que estudiara secretariado comercial y quien, por estar apegado a rígidos conceptos moralistas, con seguridad se hubiera negado rotundamente a tener una bailarina en su familia. Pero, como siempre, mi abuela intercedió y, gracias a su estímulo, a los pocos días me vi frente a un jurado, aspirando a una de estas becas, a pesar de que no tenía la menor idea de lo que era el ballet clásico”.
Fotos: Archivo Museo Nacional de la Danza
En febrero de 1951, Aurora Bosch obtuvo una beca en la recién creada Academia de Ballet Alicia Alonso, donde encontró el verdadero cauce para una vocación artística cada vez más creciente, bajo la guía de Alicia y Fernando Alonso y de otros eminentes pedagogos como el puertorriqueño José Parés, los rusos Alexandra Fedorova y León Fokine y las inglesas Mary Skeaping y Ana Ivanova. “No había pasado mucho tiempo de mi ingreso a la Academia cuando se abrió la posibilidad de asistir a las funciones que la Compañía ofrecía en el Teatro Auditórium mediante el pago de una cuota mensual de un peso, que a la vez me hacía miembro de una especie de sociedad en pro del ballet en Cuba. Mi primer recuerdo de esa época es Alicia en Coppélia, y su actuación me impresionó tanto que yo llegué a creerla una muñeca de verdad en el segundo acto. Durante años me mantuve con baja estatura, no crecía. A esa deficiencia, que me trajo muchos obstáculos durante la estancia en la Academia, le agradezco mi primer trabajo escénico porque en 1954, durante el montaje de la versión completa de El Lago de los Cisnes por la Skeaping, me seleccionaron para que interpretara uno de los pajecitos en el Acto III. Con el paso del tiempo yo avanzaba técnica y artísticamente, pero seguía sin obtener la estatura necesaria para integrar el cuerpo de baile, lo que me impedía bailar con la Compañía, como lo hacían otras muchachas, incluso de cursos atrasados. Después, en medio de la crisis provocada por el retiro de la subvención, se programa una función en el Teatro Sauto, de Matanzas, y de ahora para luego me avisan para que ocupara el lugar de Josefina Méndez, quien no podía hacerla. Fue algo duro, porque yo me sabía la coreografía de las chiquitas en Las sílfides, pero no el puesto de las que llamábamos las altas, que bailan más atrás. Sin embargo, entre ellas hice mi debut profesional y ocasional con la Compañía. Fue el 15 de noviembre de 1956”.
Tras la crisis producida por el enfrentamiento a la tiranía batistiana que retiró la escasa subvención que la compañía recibía del Estado por no plegarse a las peticiones del sanguinario régimen, la Bosch pudo continuar su entrenamiento al ser seleccionada por Alicia para que integrara el grupo de aventajadas alumnas que llevó con ella a los montajes que hiciera de Coppélia y Giselle para el Teatro Griego de Los Ángeles y con un contrato con el Ballet Celeste de San Francisco, ambos en Estados Unidos.
Fotos: Archivo Museo Nacional de la Danza
Luego del triunfo de la Revolución, pasó a integrar el elenco del recién organizado Ballet de Cuba, donde en virtud de su talento y disciplinado quehacer solidificó una carrera que la llevó a obtener la categoría de Solista en 1962 y la de Primera Bailarina en 1967. La bien llamada “Joya” del ballet cubano, dueña de un poderío técnico fulminante y de una gran versatilidad artística, especialmente aquellos de gran demanda dramática y expresiva, se hizo acreedora de importantes galardones en la arena internacional; entre ellos, la Medalla de Oro en el Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria; el Premio Anna Pávlova de la Universidad de la Danza de París y el Premio Especial de los Críticos y Escritores de Danza de Francia en 1966 –estos últimos por su extraordinaria interpretación de Myrtha, la Reina de las Willis en Giselle–. Su patria la ha reconocido igualmente con los más altos lauros como la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier y la Orden Félix Varela; así como con el Premio Anual del Gran Teatro de La Habana, el Premio Nacional de Danza y el Título de Doctora en Ciencias sobre Arte, este último concedido por la Universidad de las Artes.
De manera simultánea a su quehacer como intérprete y Maître, Aurora ha vinculado sus méritos artísticos a diversas instituciones culturales del país como la Escuela Nacional de Ballet, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Federación de Mujeres Cubanas y a otras del ámbito internacional en México, España, Dinamarca, Suiza, Estados Unidos, Gran Bretaña, Hungría, Austria, Alemania y Argentina.
Al arribar a tan importante etapa de su vida, Aurora Bosch sigue haciendo extensiva su sabiduría y experiencia a la Escuela Cubana de Ballet, de la cual es una de sus más históricas y sólidas exponentes.