Por Marilyn Garbey Oquendo
-¿Cómo llegó desde un remoto paraje de Guantánamo al Conjunto Folklórico Nacional?
Silvina Fabars: En Juventud Rebelde salió una convocatoria y en Santiago de Cuba me lo informaron. En ese momento cantaba lo mismo en una carroza, con el Conjunto de Chepín Choven, con el Conjunto Nuevas Flores, trabajábamos mucho en la emisora CMKC. No sabía que existía el Conjunto Folclórico Nacional. Me trasladé al campo, yo soy campesina, nací en el Realengo 18. Vendí un puerquito y vine para Santiago, cogí mi maletica que era de cajoncito, y me fui a la parada frente a la Catedral de Santiago de Cuba, por ahí pasaba la ruta 80, pagué mis $ 8.20 y arranqué para La Habana. El seis de febrero de 1966 empezamos las pruebas, no había traído el papel de los grados terminados, y para que me hicieran la prueba me comprometí a mandar el documento. Recuerdo que María Teresa Linares me dijo que si no llegaba el papel de la escolaridad no podía entrar al Conjunto. En mi casa encontraron el papel y resolvimos eso. Era la única que venía del Oriente, no conocía el folklore de aquí. Sabía bailar bembé, música popular, cantar todo tipo de música. El 10 de febrero dieron los resultados.
Archivo del Centro de Documenación de las Artes Escénicas María Lastayo
-¿Cómo se entrenaban?
Silvina Fabars: Nosotros tuvimos la dicha de conocer a los máximos exponentes del folklore en Cuba. Fuimos entrenados por Luisa Barroso, Nieves Fresneda, Trinidad Torregosa, Jesús Pérez, Carlos Aldama Margarita Ugarte, Gregorio Hernández, Roberto Espinosa, es decir, por los grandes. Tanto en la orquesta como entre los bailadores había personalidades de aquellos tiempos, como el director de la orquesta, Vicente Regueira, que era uno de los grandes músicos de Cuba. José Castillo era uno de los grandes percusionistas de la música folklórica y popular. Nosotros encontramos allí a Rodolfo Reyes Cortés, a María Teresa Linares, a Rogelio Martínez Furé. El interés que tomó la Casa de las Américas con la prueba de nosotros fue muy bueno. Tuvimos un entrenamiento fuerte, ellos nos dedicaron mucho amor, y nosotros pusimos nuestros deseos. Y empezamos a hacer montajes que no pude terminar, pues el día 16 de febrero se produjo el accidente que conmovió a la compañía y me tuvo como casi seis meses fuera. Cuando regresé a la compañía ya estaban los compañeros bailando con el Conjunto. Estuve en estado muy grave muchos días, y después fue la rehabilitación, muy lenta pues era a herida abierta, y eso tomó un buen tiempo, pero ese tiempo yo dije lo recuperaba enseguidita, y así fue.
- Hablemos de su labor en el Conjunto Folclórico Nacional
Silvina Fabars: Creo que entré con suerte, porque muchas personas de dentro y de fuera del Conjunto creyeron en mí. El apoyo que tuve fue grande, no solamente de los compañeros del Conjunto Folklórico Nacional, sino de la gente de los talleres, de teatro, del Ballet Nacional de Cuba, con Alicia y toda su gente, de los compañeros de Danza Contemporánea de Cuba. Imagínate qué relación teníamos que celebrábamos cumpleaños colectivos se hacían en el patio del Ballet Nacional de Cuba, y me celebraron el cumpleaños que yo no había cumplido, o lo cumplí muy grave en el hospital.
-Dicen que usted se entregaba en cuerpo y alma a la danza
Silvina Fabars: Todas las obras que bailé traté de hacerlas mías, de ponerles mi personalidad, de imprimirles mi fuerza, mi vitalidad, siempre me estaban toreando porque yo bailaba fuerte, entonces me enseñaron a dosificar las energías para danza, me enseñaron a conocer la historia de cada uno de los personajes. Una obra que me marcó fue Yoruba Iyesá ( 1 ), porque cuando vi a Luisa Barroso sentada en el podio, bailando Ochún, yo dije: “Ese personaje yo lo tengo que hacer”. Roberto Blanco hizo María Antonia, y puso a las dieciséis mujeres del Conjunto para hacer la coreografía El caballo de Ochún, y da la casualidad que me escogen a mí, te estoy hablando del primer año de trabajo mío en el Conjunto, después del accidente. Y después me pusieron con Johannes a bailar el Palo, del ciclo Congo ( 2 ). Y Librada Quesada, después que se iba la gente, se quedaba conmigo en el salón enseñándome las danzas. Cada vez que me decían: “¿Tú podrás bailar esto?”, yo decía: “Sí”, y me metía a trabajar y lo bailaba. En menos de dos años yo hice más de cinco o seis solos en el Conjunto
-¿Qué recuerda de la recepción del público cuando salía a escena?
Silvina Fabars: No solo con el público cubano, porque con el público internacional, también fui aplaudida. Y realmente fui feliz, nunca tuve rechazo del público ni nunca recibí una crítica negativa, te lo juro. Recibí aplausos de Europa y de Estados Unidos, de Canadá, más de medio mundo ha visitado el Folklórico Nacional. En el pasaje del carnaval mi traje era el traje de cebra. Yo era la dueña del periódico Novedades de Moscú, porque desde que llegábamos a Rusia lo primero que hacían era poner el traje de la cebra en el periódico, a gran tamaño. En Francia tuve el honor de conocer al gran escritor Alejo Carpentier en el Festival de Avignon. Así que no me puedo quejar de nada. No canté en el Conjunto, que era mi profesión y mi deseo, pero en el Folklórico Nacional tuve la posibilidad de hacer todos los solos. Con todos los coreógrafos que trabajaron en el Conjunto Folklórico yo he hecho solos: con Ramiro Guerra en el Tríptico oriental, con Roberto Espinosa, con Manolo Micler, con Alberto Alonso, con Eduardo Rivero, con Luis Trápaga, con coreógrafos de otros países que vinieron a trabajar aquí. Y a los cinco años de entrar al Conjunto ya estaba en el trabajo profesoral.
-Esa es una profesión por la que se reconoce a Silvina Fabars
Silvina Fabars: Empecé a enseñar y cuando se hizo Tríptico oriental, con Ramiro Guerra, él me dejó a cargo de las danzas. Hicimos Trinitarias porque el Conjunto trabajó los hechos artísticos de todo el país, desde Guantánamo hasta Isla de Pinos se bailó todo. Hicimos obras de teatro como María Antonia, con Roberto Blanco; Oddebí el cazador, con Eugenio Hernández Espinosa; con Héctor Quintero hicimos El pagador de promesas. Con Luis Trápaga hicimos el Cabildo de Regla. Nunca me he quedado sentada en el Folklórico sin bailar; yo estuve bailando embarazada de mi hijo, estuve bailando hasta los cuatro meses, y a los cuarenta y dos días después de parir ya vine a trabajar, y ya a los tres meses estaba viajando.
Archivo del Centro de Documenación de las Artes Escénicas María Lastayo
-¿Quedó algo por hacer en el Conjunto Folclórico Nacional?
Silvina Fabars: Yo no me siento insatisfecha, siempre a uno le queda algo que uno quiere hacer, ¿no?, pero no me siento insatisfecha del trabajo realizado en el Conjunto, porque el Conjunto me dio la posibilidad de aprender todas las manifestaciones folklóricas de Cuba, y con esas manifestaciones he hecho mi trabajo técnico-profesional, porque dije que lo que a mí me enseñaron yo lo iba a enseñar en todo el país.
¿Quiénes fueron los maestros de su hijo Oddebí?
Silvina Fabars: Cuando nació mi hijo nació el hijo del Conjunto Folklórico Nacional, y todos los compañeros disfrutaron a mi hijo como lo disfruté yo, con cuarenta y dos años. Y él nació con los piecitos planos y yo dije: “Esto hay que arreglarlo porque será bailarín. Con papá, tío, mamá, y todo el mundo bailarín a su alrededor, hay que arreglar esos pies”. Entonces las doctoras, Deysi y Teresita Rodríguez González, que son hermanas, me ayudaron. Una me atendió la barriga desde su inicio, y la otra colaboró en arreglarle la pata plana al niño, me dio ejercicios que fueron muy buenos. El es bailarín, estudió en la ENA y en el ISA, y trabaja como primer bailarín. Es coreógrafo, percusionista, cantante, él ha heredado a toda la familia.
-¿Para bailar folklore hay que ser practicante religioso?
Silvina Fabars: No, yo soy religiosa ahora, lo que hay que tener es maestros como los que tuvimos nosotros. Me he dedicado a trabajar de Oriente a Occidente para que todas las provincias tengan su conjunto folklórico. Porque lo que te identifica es el folklore. El folklore no es solamente el bailar, es el cantar, el tocar, el cocinar, la forma de vestir, la proyección de las regiones, la cultura tradicional de cada una de las regiones. Cuba es rica en eso, aquí cada provincia tiene su forma de danzar, y yo nunca he ido a ninguna a decirle: “No, esto no va, esto sí va”, no. Yo siempre digo: “Bueno, díganme qué es lo que ustedes tienen aquí”, y lo aprendo con ellos. A partir de ahí les oriento, los ayudo, y en eso me he mantenido en todo este último tiempo. Me dije: “Yo no voy a estar dando papelazos en el escenario haciéndome la que estoy bailando cuando no es así”. Cuando entendí que yo no estaba dando tanto como yo podía dar en escena, poco a poco, de una forma muy inteligente, fui buscando otros objetivos para mi vida. Del Conjunto soy profesora. Nosotros entramos en el Folklórico Nacional el día 10 de febrero de 1966, y ahí tuvimos todos esos profesores maravillosos. Yo he buscado mi forma de enseñanza porque para el enseñar folklore hay que tener otra metodología.
Archivo del Centro de Documenación de las Artes Escénicas María Lastayo
- Cuentan que escribe sus vivencias
Silvina Fabars: Todo eso lo tengo escrito, a mi manera, porque las cosas folklóricas se escriben de una forma, y yo lo escribo en español como yo lo sé hacer. Lo escribo todo: los montajes, las giras. Tengo un escrito, por ejemplo, sobre la danza del sucu-sucu, de la Isla de la Juventud, que tienen una danza bastante diferente, estando tan cerca de La Habana, a la de la región occidental. Vas a Caidije, en Camagüey, y vas a encontrar un haitiano diferente al de Camagüey, que es el mismo de Las Tunas, y vas a Guantánamo y vas a encontrar sus diferencias. Así que no se puede decir: “No, yo sé bailarlo porque yo sé”, no, no, no, tú bailas al estilo de, o de la región de; el folklore es muy difícil, no es fácil.
- ¿Ha variado mucho la representación escénica del folklore desde que ustedes eran bailarines activos hasta hoy?
Silvina Fabars: Sí, y es que no puedes a esta hora decirle a los jóvenes que bailen con la misma dulzura y con el conocimiento profundo, por ejemplo, que Nieves nos dio a nosotros. Yo creo que el trabajo que realizo lo pueden realizar muchos compañeros porque están preparados para ello, lo que pasa es que hay que tener la disposición y saber que como se vive en La Habana no se vive en Baracoa, y como se vive en Camagüey no se vive en Isla de Pinos. A veces tengo un hotel para hospedarme pero a veces tengo una casa de visita o la casa de un miembro del colectivo, y me adapto a cualquier otra situación. He vivido también en grandes hoteles del mundo, pero no se me olvida que soy del Realengo 18, que dormí en hamaca, en camas con sacos y abajo tenía como colchón las hojas de plátano amarradas en sacos, no, a mí no se me olvida eso, que andaba descalza y cargaba latas de agua en la cabeza, y hasta paquetes de leña. Nunca se me olvida.
1- Yoruba Iyesá narra las relaciones entre los orichas Ochún y Ogún
2- El ciclo Congo está compuesto por las danzas Palo, Makuta, Yuca
Entrevista realizada en 2017