Toda la Danza

Entre dos mundos danzados: La comunidad Wayuu y Occidente

Por Astergio Pinto[1]

Astergio.jpg

Foto Astergio Pinto. Cortesía del autor

Contexto y texto

Pertenecer a una comunidad de tradición oral implica dinámicas de configuración y representación del mundo conectadas al alto poder sustancial de la palabra; desde esta premisa escribir el presente texto implica, precisamente, entablar un diálogo con esas formas instauradas en el interior de la comunidad a la que pertenezco, en relación con la disposición de un universo otro que recrea mundos propios visibles frente a la realidad por la cual atravesamos en la actualidad.

La comunidad Wayuu, conformada por indígenas de la península de La Guajira, ubicada en el mar Caribe, que habitan principalmente en territorios de La Guajira en Colombia y el de Zulia en Venezuela. ES UNA SOLA GRAN NACIÓN. Para este tiempo*** estaríamos celebrando con parientes y vecinos con una aglomeración en donde la Yonna (o Chichamaya-Danza ritual de la etnia matriarcal) sería protagonista y convocante. Alrededor de ella se da la reunión de clanes matrilineales, luego de un largo Encierro (ritual Wayuu de protección y educación en la cultura ancestral y cuarentena obligatoria por emergencia de la Covid-19 en Occidente). Esa es la manera como celebramos el reencuentro, con mucho chirrinchi (bebida artesanal de alcohol, cuya base es la panela de caña de azúcar), carne de chivo, cordero y, atravesándolo todo, la sonoridad de las voces de cada uno de los integrantes de la comunidad.

El pilar de La Palabra

La palabra en el sistema normativo de la etnia Wayuu es respetada y temida. Respetada porque en ella reside nuestra ancestralidad en la que palpitan las imágenes vivas de nuestras deidades, los paisajes agrestes del desierto y los sonidos misteriosos del día y de la noche; temida porque no hay mayor afrenta que pronunciarla con falsedad o traicionar sus intenciones. ¡Entre los Wayuu se firma con la voz! Esa marca intangible e indeleble, representa a la persona, la contiene y es el soporte de nuestra cultura. Su protagonismo es crucial, sobre todo ahora cuando la necesidad de conciencia nos convoca en un período de reestructuración y adaptación territorial. ¡Cuánta tarea pendiente tiene la especie humana desde una palabra que sea vía de acceso real hacia acciones comunes que redunden en el “Buen Vivir” de todos! DE SOUZA SANTOS (2010).

En tiempos de pandemia, en los que sólo se habla de confinamiento, emergencia sanitaria, vacunas (inmunidad de rebaño o de grupo), pienso mucho en los usos y costumbres de mi comunidad, precisamente para no caer en el desaliento y la desesperanza. Considero la posibilidad de que en territorios –aparentemente hostiles– emerjan dinámicas que realmente aporten a una transformación a través de las artes y la cultura, espacios de creación y acción social que nos permitan mantener la fe y la esperanza, en momentos como estos en los que, precisamente, nos hemos visto avocados en Colombia a la movilización social que nos congrega como colectivo, a pesar del peligroso contagio. La transformación social del país es un imperativo y la nación propende por un cambio cuya apuesta se centra en convocar a la presencia, a la conciencia y a la igualdad de condiciones como cuerpo político y cultural.

Vivencias del confinamiento

Desde diferentes lugares del mundo me preguntaron mucho acerca de cuál es mi opinión con respecto al periodo de confinamiento; para responder fue inevitable pensar en los espacios de tiempo que la comunidad Wayuu establece para el reencuentro y la introspección a través del encierro; espacio para dialogar con los cambios profundos a los que somos sometidos de forma cotidiana, lugar intangible que permite el hallazgo de nuestra verdadera evolución. Al inicio de esta era pandémica asumí esta situación de orden mundial como un llamado para conectarnos, creando puentes entre la conciencia instaurada en las comunidades originarias y occidente, para encontrar de este modo maneras más sanas de recuperar las dinámicas de organismo vivo que enaltecen y conectan con nuestro vínculo con la tierra y todos las elementales-riquezas que posee. Intenté vibrar en sintonía con el universo sensible del territorio; dejé de pensar en segregación para dimensionar una posible conversión a través de este mal momento, en el que el pánico y la desesperanza han sido el pan diario en el mundo (Estado de emergencia en todo el sentido de la palabra que nos impide aislarnos de la realidad en contexto, que nos convoca a volcar nuestra mirada hacia nuestras necesidades como individuo y colectivo).

Ha pasado más de un año y medio desde el momento en que, por orden gubernamental, nos convocaron en Colombia a un aislamiento preventivo que, por la emergencia sanitaria ocasionada por la pandemia, se convirtió en obligatorio. La vida cotidiana (en las dimensiones personal, académica y laboral) se asumió en esta nueva etapa de modos muy diversos que hicieron más visible la inequidad en la que vivimos, justamente la desigualdad social es uno de los problemas que debemos atacar de raíz.

El contexto que vivimos nos lo imponen las Leyes Generales del Universo, según la cosmovisión milenaria de los Wayuu y, desde esa perspectiva, la pandemia es una prueba compleja que cuestiona el estado de las cosas en lo personal y lo comunitario âleinjatü (así debía ser). Para occidente, en cambio, se trata de una “emergencia sanitaria” que deriva en conflicto social… Sea cual sea la óptica desde la que se mire la situación, ahora lo vital es tomar el aprendizaje y transformar-nos, redireccionar el curso de las cosas en esta nueva etapa de la vida humana que nos convoca a la presencialidad, no solo en las artes vivas –también en el colectivo-cotidiano– con el fin de iniciar un renacimiento, como el Inty Raymi que nos convoca el solsticio del 21 de junio.

Confinamiento, inequidad y movilización social en Colombia

El pueblo colombiano desea la transformación política, la restauración de sus derechos y el ejercicio de una justicia verdadera. Por ello, a pesar del encierro y el peligro que implica el contagio por la Covid-19, la gente enardecida se ha tomado el país con multitudinarias manifestaciones y bloqueos que han tenido como principales protagonistas a los y las jóvenes que han canalizado su inconformidad mediante expresiones artísticas que encarnan sus sentires y los sentires de las mayorías. Las tensiones están a la orden del día; la violencia generalizada contra los líderes sociales continúa… El desenlace de los acontecimientos que vivimos es aún incierto…

En occidente, contrario a las aglomeraciones que nos permitiría el territorio ancestral de los Wayuu para celebrar la victoria luego de una crisis o una etapa de transformación debido a una pandemia, estamos en plena movilización de masas, reclamando el derecho a la vida y a la transformación de las dinámicas institucionales que no garantizan el bienestar individual y colectivo de este territorio amerindio.

Da grima ser testigos en Colombia de la persecución a la que son sometidos los jóvenes que reclaman, codo a codo, con campesinos, blancos, indígenas, afros, palenqueros y comunidad gitana o Rom el derecho a la igualdad y a una vida digna… ¿De verdad este tiempo no nos permitió pensar en un futuro diferente que nos acerque a vivir un periodo alejado de la violencia que nos precede? Esa sería la gran victoria para nosotros como comunidad sin etiqueta y distintivo racial, todo país y territorio merece este espacio de tranquilidad y mejor futuro, especialmente para los jóvenes que sobreviven a esta “nueva-normalidad” que empieza a instaurarse como espacio de supervivencia.

Como un típico narrador de Amerindia, cómo me gustaría tomarme el tiempo y el espacio de manera desprevenida para tejer un relato en forma de cuento o jayeechi (la palabra hecha canto); remontarme a otros sucesos y ofrecer otras imágenes anunciadoras de un sueño mucho más sensato y en permanente diálogo con los otros, en perfecta armonía con el universo… Pero para que el sueño sea verdad se requiere la presencia de los otros; se necesitan los acuerdos que garanticen, no sólo el cumplimiento de la ruta trazada para la paz, sino también el derecho a la libertad de expresión y a la equidad en la distribución de los recursos y elementos básicos que merecemos como colombianos y ciudadanos del mundo.

Algunas opciones…

¿Cómo piloteamos el hecho creativo que posibilita la vida misma? Finalmente hemos encontrado algunas herramientas en este formato de virtualidad pedagógica… Tres semestres hemos cumplido en la virtualidad, con encuentros sincrónicos y tres franjas de muestras artísticas, con sus respectivas evaluaciones colegiadas, se han desarrollado para evidenciar la persistencia y el esfuerzo que mantienen vivos y unidos al conocimiento y la creación.

¡Qué bello es constatar que algunos artistas, si no son la mayoría, empezaron a proponer dinámicas de resistencia y permanencia creativa para responder a la emergencia en pandemia y al conflicto social actual! Los cultores levantaron su voz, unieron sus fuerzas para sembrar una cotidianidad que nos acercó a novedosas formas de creación, habitadas por metodologías innovadoras (así sobrevivimos en la actualidad).

No soy un simple artista, tampoco un espectador desprevenido… Soy un ser que vive la ciudad y el territorio, que sabe lo intenso que es transitar los dos encierros: protección y educación-arraigo ancestral, y, el otro, el encierro cuya referencia es la protección, pero desde el lugar de cuidado frente a la pandemia. Las condiciones son distintas, el cuidado está supeditado a que uno fracasa por las formas y condiciones presentes durante el confinamiento; mientras que en la etnia Wayuu, parientes, vecinos y comunidad se disponen al cuidado del grupo familiar o de la persona que vive la experiencia del Encierro.

A manera de epílogo

Podría ampliar el referente del Encierro en la cultura Wayuu, que no es el caso en este intercambio; sin embargo, no puedo dejar de mencionar la tensión existente entre los dos mundos, porque reside en mí, que hago parte de ambos… Los dos universos culturales me permiten establecer un punto de comparación específico, que resulta ser afortunado en mi caso porque me ha mostrado caminos para la creación dancística mediante el diálogo cultural.

Si el encierro no nos permitió imaginarnos con sistemas de cuidado distintos, articulados con la protección y preservación de nuestros recursos y sistemas de tradición ancestral… ¿Qué sentido tuvo la experiencia colectiva de espacio de riesgo y encierro? Celebro que me permitan en estas páginas expresar visceralmente, desde el lugar más humano, honesto y sensible que me aportan los dos mundos que me configuran y constituyen como cuerpo cultural que asume una responsabilidad, tanto en una comunidad milenaria como en un círculo de artistas y pedagogos, que plantean una ruta de movilización formativa a partir de la identidad como elemento sustancial.

¿Cómo tramitar los espacios de los cuales somos parte para continuar generando conocimiento y garantizar los relevos, cuando correspondan? Es necesario que las cargas se distribuyan en cada uno de nosotros en perspectiva de nación, ciudadanía, arte y pedagogía, con responsabilidad política y ética, concertando y aplicando directrices que develen el cuerpo que somos: contemporáneo y ancestral, propio; un cuerpo que nos invite a conectarnos con las formas más sensatas de cuidarnos y preservar el entorno en el que nos movilizamos, de manera más empática posible.

Referencias:

De Souza Santos, B., Hablamos del Socialismo del Buen Vivir, ALAI, América en Movimiento, 452, febr. 2010, 4-7.

Tradición Oral Wayuu.

[1] Miembro del jurado del Concurso de la Joven Crítica Danzaria. Maestro en Artes Escénicas con énfasis en Danza Contemporánea, Universidad Distrital Francisco José de Caldas Facultad de Artes, ASAB, Bogotá, Colombia; Magíster en Educación Artística, Universidad Nacional de Colombia; profesor de la Licenciatura en Artes Escénicas, Universidad Antonio Nariño de Bogotá, D.C., correo electrónico: asterpinto@uan.edu.co

CvLAC Minciencias disponible en:

https://scienti.minciencias.gov.co/cvlac/visualizador/generarCurriculoCv.do?cod_rh=0000154279

Comentario:

Required for comment verification

Regresar al número