Toda la Danza

Y la escena se mueve

Por Jorge Núñez Motes

Foto: Cortesía Danza Libre

El último de los estrenos de esta temporada escénica de inicios de año en Guantánamo lo protagonizó la compañía Danza Libre (DL), en ocasión de celebrar el aniversario 32 de su fundación, ocurrida el 26 de enero de 1990, al frente de la cual estuvo, hasta su fallecimiento en 1998, la bailarina, coreógrafa y maestra norteamericana Elfriede Mahler.

Como bien se conoce, con Danza Libre se inicia el movimiento profesional en la danza en Guantánamo, a partir de la voluntad fundacional de Elfriede Mahler, quien llegó al territorio en 1980 para fundar los estudios elementales de la manifestación en la entonces recién inaugurada Escuela Vocacional de Arte “Regino Boti”.

A partir de 1998, Danza Libre fue dirigida por el coreógrafo y maestro Alfredo Velázquez, quien —entre otros aportes— concibió una metodología propia para que un mismo bailarín pudiera asumir tanto las propuestas folklóricas como las contemporáneas, aspecto que caracteriza a la agrupación y que hasta ese momento se realizaba con dos elencos.

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El período 1998-2013, tiempo en que DL fuera dirigida por Velázquez, esta compañía alcanzó su máximo esplendor y reconocimiento no solo en Cuba, sino también internacionalmente, al tiempo que fue centro y referente en la formación de estudiantes de nivel medio de las provincias orientales.

Dirigida desde 2016 por Elio Orestes Reyna, también bailarín y coreógrafo, la compañía se ha visto afectada por el exódo y la falta de ejecutantes, que junto a la no terminación de la sede —en reparación desde 2011—, han contribuido en no poco a que hoy no muestre sus mejores luces.

Sin embargo, Reyna no ha reparado en obstáculos e impedimentos para aquí y allá dar muestras de la vitalidad y existencia de este importanre referente de la danza cubana que es Danza Libre. El estreno para celebrar el aniversario 32 de la compañía así lo demostró.

Los hijos de Bernarda, dentro de los cánones de la danza contemporánea, resultó una obra excepcional en la obra coreográfica de Elio O. Reyna, más apegado a los postulados de la danza folklórica que a lo contemporáneo. Es de notar que este cambio de estética amplía notablemente el lenguaje expresivo del creador.

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Como claramente se puede intuir, el referente de la coreografía está en la obra lorquiana La casa de Bernarda Alba, en cuanto a la intolerancia y la dominación de los hijos. Traída al presente, la historia nos acerca a la incomprensión materna ante la diferente preferencia sexual de uno de sus descendientes.

Este tema, de gran actualidad, Reyna lo resuelve de forma eficaz desde la coreografía, en la que movimientos escénicos, uso del espacio e interpretación de los bailarines (incluido el propio coreógrafo), ofrecen la diversidad de cada uno de los personajes.

Obra concebida desde una estética minimalista, la parquedad de recursos empleados contribuye a una mejor lectura del conflicto que plantea, a excepción de un objeto escenográfico con multiplicidad de usos a lo largo de la obra, pero que su traslado por los bailarines no resulta de fácil manejo.

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Con Los hijos de Bernarda, Danza Libre reverdece su hacer, y se confirma como un imprescindible referente para la danza no solo en Guantánamo. Que el camino de este año hacia el próximo aniversario nos devuelva una compañía en la plenitud de su madurez estética.

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