Toda la Danza

LA VIDA DESPUÉS DE LA PANDEMIA. O DE CÓMO RESTABLECER EL DIÁLOGO ENTRE LA DANZA Y SUS ESPECTADORES.

Por Marilyn Garbey Oquendo

Donarse más allá

de las plegarias

(sin dioses

ni misterios

ni estrategias)

Javier Contreras (1)

La primera pandemia del siglo XXI irrumpió de forma arrasadora en el mundo globalizado. Un poco antes, en diversos lugares del planeta, ocurrieron olas de calor, temporadas de sequía, incendios forestales. La imagen del pequeño koala abrazado al hombre que lo salvó de la fuerza devastadora de las llamas es inolvidable.

Confiados en el progreso científico, creíamos que el peligro de enfermedades letales arrasadoras a escala universal había quedado sepultado para siempre en el pasado. Una violenta sacudida nos ha despertado de ese sueño ilusorio. (Graziella Pogolotti). (2)

Durante el período de confinamiento se publicaron datos que revelaban la mejora en la calidad del aire por la reducción de gases contaminantes en las calles, cuentan que en los canales de Venecia fluían aguas cristalinas, dicen que la vegetación creció en los lugares libres de la invasión de turistas, y se confirmó que en las tierras africanas se multiplicaron las crías de elefantes.

ahora sí que no hay alternativa. O defendemos la naturaleza o será un suicidio. La vida humana constituye el 0,01% de la vida total del planeta, y a pesar de ser tan poco nos arrogamos el derecho de destruirla por completo. (Boaventura de Souza)(3)

Quedarme en casa para preservar la salud hizo posible intercambiar numerosos mensajes con familiares y amigos, con colegas de profesión. Las conversaciones predecían el fin de la pandemia, vaticinaban el futuro de la humanidad, nos permitían soñar con la vida tras el regreso a eso que ahora llamamos normalidad. Se tejieron muchas redes de afectos y cada quien sumó su punto de vista sobre cada uno de los temas sometidos a debate, narró su experiencia, compartió su dolor.

Sobrevivir exigió un rápido cambio en los hábitos cotidianos. Las pantallas invadieron el mundo: para comunicarnos con los amigos y familiares, para estudiar y trabajar, para estar al tanto de los estragos de la pandemia en otras latitudes, para seguir el desarrollo de las vacunas salvadoras, para comprar alimentos y medicinas.

Ahora que retornamos a la presencialidad, se descubre una nueva variante del Covid 19 que desata las alarmas otra vez. Òmicron apareció en Sudáfrica, país del continente al que no llegaron las vacunas. Porque el espectáculo que protagonizaron los países ricos para quedarse con las vacunas fue lamentable. Y qué decir de corporaciones como Amazon, Microsoft, Apple, Tesla, Facebook, Netflix, Zoom video, cuyas ganancias por ventas durante la pandemia alcanzaron cifras impronunciables, mientras exponían a sus trabajadores a riesgosas condiciones laborables.

Es noviembre y se acaba el año en que transitamos de la virtualidad a la presencialidad. Atrás quedan noticias de sufrimiento y de muerte, estados de angustia, noches de insomnio. En la memoria quedan grabados los gestos solidarios, las estrategias comunitarias de sobrevivencia, los desvelos del personal sanitario por salvar vidas.

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Archivos de Danza Contempránea de Cuba

Los diarios traen noticias de que muchas personas no quieren regresar a las oficinas, optan por seguir en teletrabajo, o en puestos laborales donde reciben salarios más bajos, pero que dejan más tiempo para estar en familia. Ante tal situación, se alzan voces que alertan se romperán los vínculos entre compañeros de trabajo, lo cual impedirá las acciones colectivas a favor de sus legítimos derechos.

Los bailarines frente a la Covid 19.

La danza sufrió el impacto de la pandemia. Cerradas las salas, imposibilitados de asistir a los salones de ensayo, se rompió el convivió. Los bailarines emprendieron diferentes rutinas de entrenamiento para mantener el cuerpo en forma. Fue duro el aprendizaje porque, desde tempranas edades, comparten el salón con sus colegas a diario. Se adaptaron a las condiciones de la casa que habitan y la transformaron en salón de trabajo, borrando las fronteras entre la vida privada y la jornada laboral.

El riesgo de lesiones se multiplicaba porque la sala de la casa no está acondicionada para esos fines. No había maestro de ojo atento para corregir la postura, pero los bailarines diseñaron estrategias para crear en espacios singulares.

Los horarios habituales se trocaron, y el teléfono móvil se convirtió en aliado permanente para disímiles situaciones. El tiempo de la lectura se multiplicó y algunos bailarines concluyeron sus estudios universitarios.

Algunas gratas sorpresas trajeron las redes sociales. Recuerdo una foto en Facebook de la bailarina Grettel Morejón junto al atleta Mijaín López, en uno de los pasillos del Hospital Ortopédico Frank País. Poco tiempo después Mijaín alcanzó la gloria al establecer un récord con su cuarta medalla de oro en la lucha grecorromana, en los Juegos Olímpicos de Tokio. Grettel baila hoy en Alemania y arranca aplausos del público y elogios de la crítica. Sus cuerpos entrenados, ella para el ballet y él para el deporte, exigieron cuidados médicos como consecuencia del cambio de ritmo en la actividad física.

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Foto: Tomada de la página de Facebook de de la Faculadad de Arte Danzario ISA

Jóvenes estudiantes de la Facultad de Arte Danzario de la Universidad de las Artes ISA se fueron a la zona roja a cuidar a los enfermos de la Covid 19, arriesgaron sus vidas para aliviar los padecimientos humanos. Con cuerpos entrenados en el rigor de la fiscalidad asumieron tareas de limpieza e higienización, acompañaron a los necesitados de afectos. David Frank Acosta, bailarín y coreógrafo, fue uno de los que se enroló en tan noble misión. Ahora ofrece su testimonio de esos días terribles:

Hice la propuesta a Altinay Marínez, egresada de la FAMCA, (4) para incorporarnos a uno de los Centro de Aislamiento (5) de pacientes de Covid 19, en momentos en que era muy grave la situación que atravesaba la capital del país por la elevada cifra de enfermos. El Rector nos dijo que se abriría en nuestra Universidad un Centro de Aislamiento, y fuimos los primeros voluntarios 2 profesores y 6 estudiantes. Trabajamos las 24 horas del día. Fue muy duro adaptarse a esa dinámica. Para suerte nuestra, los estudiantes del ISRI (6) que estaban en nuestro equipo, ya habían prestado servicios en el Centro de aislamiento de la UCI (7). Fueron nuestras guías en el proceso de crear protocolos de bioseguridad y de organizar el sistema de trabajo. Teníamos todos los recursos de protección a nuestra disposición-mascarillas, sobrebatas, guantes-Hicimos 2 grupos de trabajos, con voluntarios y con personal de la salud, estos últimos eran miembros de la brigada Henry Reeves (8). Comenzábamos el día con tareas de limpieza. Corríamos el riesgo del contagio. Había que llevarles comida a los enfermos 6 veces al día. En la noche volvíamos a limpiar y recogíamos la basura. En la madrugada llegaban nuevos pacientes y en la mañana recibían el alta médica los que se recuperaban de la enfermedad. Teníamos que acompañarlos en esos trámites.

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Foto: Tomada de la página de Facebook de de Médula

La danza puede contribuir a salvar el planeta que habitamos. El grupo músico danzario Médula, que dirige el coreógrafo Yoel González, se apropió de la virtualidad para promover la campaña de sanación del río Guaso, que atraviesa la ciudad de Guantánamo y hoy se ha convertido en vertedero de basura. Las fotografías de los bailarines en las márgenes del río denunciaron la triste situación, al tiempo que convocaron a la acción limpiadora en la cual se enrolaron instituciones y ciudadanos.

Desde Danza Contemporánea de Cuba se realizaron audiovisuales que favorecieron la cohesión de una compañía que tiene más de 50 miembros, muchos de los cuales tuvieron que salir de La Habana y regresar a sus lugares de orígenes durante la pandemia. Mantener vivo el espíritu de colectividad fue una tarea ardua. Abdala fue una de sus creaciones. Inspirada en el poema dramático de José Martí, está dedicada a los científicos que crearon las vacunas cubanas anti Covid 19, que han salvado vidas en nuestro país y en otros lugares del mundo.

Lizt Alfonso Dance Cuba convocó al Concurso DANCECOREO al que respondieron 600 participantes de 13 países para presentar 200 coreografías. Los concursantes abordaron temas como la violencia de género, el maltrato animal, las personas desamparadas, las adicciones, los trastornos mentales.

Leiván García Valle es primer bailarín del Conjunto Folclórico Nacional. La pandemia impidió el estreno de su obra Bara con la compañía, de forma presencial. Pero el joven presentó en las redes Julián, una pieza interpretada por una bailarina que asume la gestualidad, la vestimenta y la actitud de los hombres cuando bailan rumba en un solar. La rumba es una expresión músico-danzaria en la que el hombre impone su jerarquía sobre la mujer. De ahí el carácter transgresor de la mirada del creador a los asuntos de género en el terreno de la danza folclórica cubana.

Arte colectivo, la danza exige compartir saberes de un conjunto de personas: quién baila, el coreógrafo, diseñadores, dramaturgos, el tramoyista. Y el de los espectadores. Me pregunto cómo aprovecharán en el futuro las bondades del mundo virtual.

De vuelta al espacio público, los bailarines entrenan sus cuerpos como antaño. Sin mascarillas en el salón, los rostros vuelven a iluminarse por el contacto físico con el compañero. Comparten el aliento. Se desplazan en perfecta armonía. Repiten el giro hasta alcanzar la perfección. Es intenso el deseo de abrazarse.

Es difícil mantener el distanciamiento físico en un salón de ensayo, por eso es preciso extremar los cuidados. Somos vulnerables ante el virus, todavía no hay certezas del impacto de las secuelas que deja la enfermedad en los cuerpos, y una gran parte de la Humanidad no se ha vacunado. La Covid 19 aun no ha sido eliminada.

¿Qué pasará en la danza cubana después de la pandemia?

A lo largo y ancho del país proliferan las agrupaciones danzarias, subvencionadas por el Estado. Es decir, que reciben salario cada mes, no deben pagar alquiler de los salones de ensayo ni de los espacios de representación. Tampoco tienen que costear los gastos de promoción, ni la atención médica a los bailarines.

Egresados del Sistema de Enseñanza Artística en su inmensa mayoría, los bailarines cubanos comienzan los estudios desde tempranas edades, y en las escuelas reciben entrenamiento académico por largos años.

La danza cubana exige bailarines virtuosos, con una alta carga de fiscalidad. La figura de Alicia Alonso es paradigmática, y las nuevas generaciones ven en Carlos Acosta y en Viengsay Valdés a personalidades que alcanzaron la cumbre a través de la danza. Alicia brilló en Giselle, el ballet cumbre del romanticismo. Viengsay se distinguió por su desempeño en Kitri, de la pieza Don Quijote, que interpretó siguiendo las pautas de las escuelas de ballet cubano y ruso, y en varios países como Cuba, Rusia, Estados Unidos. Carlos ha sido un auténtico fenómeno en el conservador mundo del ballet. Negro que nació en un barrio marginado de La Habana, fue el Romeo de Julieta en el Royal Ballet de Londres y el Espartaco del Ballet Bolshoi de Moscú.

Salvo en contadas excepciones, como el Festival de Danza en Paisajes Urbanos, la danza cubana solo se presenta en salas teatrales, y las nuestras casi todas están construidas a la italiana, quiero decir que los bailarines están situados frente al público.

Durante la pandemia se subieron a las plataformas digitales escenas grabadas en diferentes espacios. El patio de la casa, la calle, a la orilla de mar, la habitación de dormir, la cocina, pero cuando se abrieron las salas, los bailarines regresaron a su espacio convencional y las compañías retomaron sus antiguos repertorios.

Tras los sucesos acontecidos en Cuba el 11 de julio de 2021, la sociedad se estremeció hasta los cimientos pues vimos en nuestras calles imágenes que solo se transmitían por el Noticiero de Televisión cuando sucedían en otros países: tiendas saqueadas y policías en las calles. A partir de ahí se hizo necesario profundizar en las causas de nuestras desigualdades sociales, en el avance de la pobreza, en la persistencia del racismo, en las manifestaciones de violencia de género, en la marginación de una amplia franja de sectores de la sociedad, en el éxodo de los más jóvenes, en el impacto de las redes sociales, en las consecuencias del agravamiento del bloqueo norteamericano, en la campaña que promueve el odio entre los cubanos, en la ineficacia de la burocracia estatal para gestionar las soluciones a las necesidades de la población.

Después de la pandemia, del 11 de julio, la vida en Cuba tomó otro ritmo. Y siento que la danza cubana, salvo algunas excepciones, continúa como si nada hubiera sucedido. Las herramientas artísticas de la danza permiten abordar asuntos que competen a toda la sociedad. Se trata de involucrarse con el entorno en que vivimos, de afilar la sensibilidad creativa, de expresar en la escena nuestra responsabilidad ciudadana.

Notas:

1-Poema de Javier Contreras, escrito durante la pandemia.

2- Lecciones de la pandemia: Graziella Pogolotti | internet@granma.cu 17 de octubre de 2021.

3-Boaventura de Sousa: "Tengo miedo porque el pueblo no sale a protestar a la calle" MADRID 06/03/2021 08:55 Actualizado: 06/03/2021 12:42 Guillermo Martínez@guille8martinez. Tomado de Pùblico.es

4-FAMCA-Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual, de la Universidad de las Artes ISA.

5-Centro de aislamiento- Centros sanitarios donde fueron hospitalizados pacientes de Covid.

6-ISRI-Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa.

7-UCI- Universidad de las Ciencias Informáticas.

8-Brigada médica Henry Reeves. Equipo cubano integrado por profesionales de la salud que han prestado servicios en diferentes lugares del mundo en situaciones de catástrofe.

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