Por Marilyn Garbey Oquendo
Fotos: Yoani Oliva
Federico García Lorca es, otra vez, motivo de inspiración para la danza cubana. Ahora es la Compañía Ecos quien representa el conflicto entre Bernarda Alba y sus hijas. Confiesa Ana Rosa Meneses, la coreógrafa, que la obra se ha cruzado varias veces en su camino como creadora, y hace tiempo quería compartir su idea del texto.
Llama la atención el título de la pieza: ¡Bernarda, no! Al tomar como punto de partida el drama lorquiano —tal vez el más representado del poeta granadino— era preciso subrayar la visión singular de la creadora. Desde el principio, la coreografía expone su desacuerdo con el orden que subyuga a las mujeres.
En una agrupación cuyo elenco está compuesto solo por bailarinas, la puesta en escena resalta el rol de la madre en la transmisión de las normas patriarcales: Bernarda, vestida de riguroso negro, apoyada en su bastón de mando, impone una férrea disciplina a sus hijas que les impide realizarse como seres humanos.
Son mujeres encerradas entre las cuatro paredes de una casa, que deben reprimir sus deseos porque así lo dicta el entorno en que viven, enfrentadas a una madre autoritaria. La casa, espacio privado, no es el cálido hogar y quieren escapar de ese infierno por la única vía posible, el matrimonio, donde repetirán la fórmula de sumisión que Bernarda les transmitió.
Tan solo una de ellas, Adela, la más joven, se atreve a desafiar la ley. Prescinde del vestido negro y sueña con el mundo que palpita más allá de los muros de su vivienda, porque la danza le permite respirar y romper las ataduras.
Los tacones repican con fuerza porque es una de las pautas del baile flamenco, y porque ahí también se dirime el conflicto entre el conservadurismo y el ansia de libertad, entre el deseo y la mojigatería, entre la poesía y el oscurantismo.
Resalta la escena de los abanicos, por su belleza visual y porque introduce una nota de color entre tanta oscuridad. El objeto, asociado a la feminidad por los siglos de los siglos, cobra vida por los diferentes usos: las mujeres se abanican entre las piernas, lo convierten en arma defensiva, lo transforman en dedo acusador.
Otra de las escenas conmovedoras es aquella en la cual aparece María Josefa, la madre de Bernarda, un personaje como de ensueño que inmediatamente establece una fuerte corriente de simpatía con Adela, la hija menor. Ellas se rebelan ante los imperativos que regulan la conducta de las mujeres en la sociedad y no visten de negro. Son las protagonistas de los audiovisuales que se proyectan en la pantalla, donde caminan libres por el campo, al compás de los textos lorquianos.
Pepe el Romano, objeto del deseo de las hijas de Bernarda, será una referencia constante, una ilusión que no aparece en escena, una esperanza frustrada, un nombre que marcará el destino de los personajes, una pieza clave para el final de la tragedia.
La música es otro de los lenguajes que la puesta en escena de Ana Rosa Meneses convierte en protagonista, pues contribuye a crear una atmósfera dramática de gran emotividad. Al intenso taconeo de las bailarinas, se suma la carga de belleza y presentimientos que introducen los textos que se escuchan en off y las composiciones de Noel Gutiérrez y de Miguel Chávez.
Vayan los aplausos para las intérpretes: Grettel Montes de Oca, Ana Rosa Meneses, Liz Santana, Sandra Sardiñas, Ailin Rodríguez, Angela Badell. Bailaron con la fuerza que exige el flamenco para expresarse; fueron precisas en el desplazamiento por el escenario; establecieron puentes de energía entre ellas y con el público; comunicaron con sutileza el conflicto del personaje que interpretan.
Lorca en la escena cubana de hoy
Ahora mismo, el Estudio Teatral Macubá presenta La casa, una mirada desgarradora a la violencia doméstica, a la violencia de género, a partir de los textos de Lorca y de Margarita Borges. El Ballet Nacional de Cuba tiene en su repertorio una coreografía de Iván Tenorio sobre la obra de Lorca y muchos aún recuerdan la magistral interpretación de Loipa Araújo. Lizt Alfonso, directora de una compañía en la cual las mujeres llevan la voz cantante, creó Sinceramente FGL, donde recorrió las zonas más inspiradoras de la obra del poeta.
Danza Libre, compañía asentada en Guantánamo, estrenó Los hijos de Bernarda, del coreógrafo Elio Orestes Reina. Teatro El Público sube al escenario del Trianón La zapatera prodigiosa, cuya protagonista también es duramente cuestionada por sus vecinos y vecinas. Rubén Darío Salazar sigue representando en los retablos su hermoso unipersonal La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón. En este recuento debo mencionar a Berta Martínez y Roberto Blanco, quienes firmaron montajes considerados clásicos de Bodas de sangre y Yerma, respectivamente.
En los últimos tiempos ha tomado mucha fuerza la lucha contra el patriarcado. La violencia contra las mujeres y las niñas adquiere signos trágicos: desapariciones, maltratos físicos y psicológicos, disparidades salariales, violaciones, desigualdades en el acceso a oportunidades para el desarrollo profesional, etc. Campañas como el Me too, Yo sí te creo, Ni una menos, entre otras, han contribuido a poner el tema entre las prioridades de la agenda pública.
¡Bernarda, no! es un grito de alerta de las mujeres de la danza. Urge subvertir el orden que excluye y maltrata a una buena parte de la Humanidad. Lo dicen las mujeres que bailan con fuerza, que entrenan cada día para llegar al escenario. Tienen familia, comparten responsabilidades sociales, y encontraron en la danza un medio expresivo, en el cual su cuerpo deviene en instrumento creador; ese cuerpo al que el patriarcado pretende someter y reprimir.
Vi el montaje en el Teatro Martí, instalación fuertemente dañada por los tristes sucesos del Hotel Saratoga. Ahora volví a verlo en la sala Llauradó, en cuyo escenario la obra adquirió nuevos matices, a partir de sus dimensiones espaciales y de la cercanía del público. Se apreciaba mejor la calidad del desempeño de las bailarinas, la funcionalidad y expresividad del diseño escénico firmado por Lisandra Ramos.
Aplaudo a la Compañía Ecos, pues atraviesa un período muy fecundo a la altura de sus 20 años: laboran por perfeccionar la presencia escénica de las intérpretes, al tiempo que indagan, con el lenguaje de la danza, en temas de fuerte impacto en la sociedad.