Toda la Danza

LA CRISIS Y LA DANZA EN LA HABANA

Por Dayanna Ramón García

La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) propone una sesión de crítica e investigación en la que la danza encuentra un espacio para el diálogo. Bailarines, coreógrafos y otros fieles servidores de este arte expresaron sus inquietudes y posibles soluciones para los males que atraviesa la danza hoy.

Precisamente, el panel dirigido por Yuris Nórido Ruiz y conformado por Marilyn Garbey Oquendo, Ismael Albelo Oti, Noel Bonilla Chongo y Vladimir Peraza Daumont tenía como tema los desafíos de la coreografía en la actualidad cubana.

¿Existe una crisis de la coreografía o de la crítica en Cuba? La crisis no es propia de la danza, hay aspectos que se deben solucionar como el intensivo trabajo en las escuelas para el desarrollo de la creación coreográfica.

Los coreógrafos no se crean, nacen, pero el desarrollo de la creatividad en la formación artística permite otra visión tanto a los bailarines, como a quienes se preparan para ejercer oficios alrededor de la danza. El final de la enseñanza no puede ser la creación de atletas de alto rendimiento ni de bailarines destinados a la creación. Pero sí la formación de seres humanos sensibles, capaces de transmitir emociones y organizar las ideas en función de los aprendido en las escuelas.

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Foto: Malpaso en Cascanueces. Frank D. Domínguez

Sobre la crisis, que nos compete a todos, porque el mundo ha vivido dos años convulsos, podemos decir que se encuentra en cada momento de nuestra vida. No se puede separar el hecho artístico de los problemas que atraviesa una sociedad. Situación que se expresaba una y otra vez por los coreógrafos que asistieron a la conferencia. Los recursos para una puesta en escena son necesarios; casi siempre hay que escatimar en gastos y esto impide que un espectáculo sea igual a lo soñado por el coreógrafo.

Por otro lado, los teatros no se encuentran en óptimas condiciones. El cierre del Gran Teatro Alicia Alonso, por la plaga del comején, genera un vacío en la cartelera semanal de la danza habanera. Por esto es importante revisar las políticas para gestionar los eventos danzarios. De estas gestiones depende el público habitual, que, semana tras semana, espera encontrar nuevas propuestas; y es cierto que cada compañía genera su propio público, pero, ¿qué pasaría si reformulamos la manera en la que atraemos a las personas a los teatros?

He preguntado, en conversaciones informales, porqué muchos jóvenes no asisten al teatro. En primer lugar está la lejanía, no todos vivimos cerca de los lugares en los que es frecuente la danza y otras obras artísticas. Ni siquiera existen en estas zonas plataformas habilitadas para que un día pueda llegar alguna compañía y presentarse. Hablo de lugares dentro de la misma ciudad Habana.

En segundo lugar y con mayor gravedad, se relaciona la danza con un tipo determinado de personas. Como si las obras de ballet, danza contemporánea, folclor o danza callejera fueran exclusivas de unos pocos que comparten, supuestamente, determinados gustos, características o cultura. Algo está quebrado en la sociedad, y ese es el mayor problema.

En tercer lugar y muy mencionado en la UNEAC, el papel que juega la crítica danzaria en estos tiempos. Los propios panelistas afirmaron que en Cuba hay críticos, pero no un movimiento consolidado para este oficio. Es cierto que quienes escriben de danza no han acompañado al movimiento debidamente; el por qué amerita un texto más extenso que este.

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Foto: Lizt Alfonso Dance Company. Frank D. Domínguez

Si los recursos de la danza en sí son escasos, què podemos esperar para los hacedores de la crítica. Demás está decir que no siempre se publica todo lo que se escribe ni se dice todo lo que se quiere. Pero el objetivo no es acusar, ni señalar el trabajo hasta ahora realizado, es evidenciar los problemas que giran en torno a la opinión danzaria y mejorar lo que ya está creado.

No resolvemos los problemas culpándonos unos a otros o poniendo obstáculos a quienes tienen posibles soluciones. Trabajar a la par coreógrafos, críticos y todo el personal en función de la danza, debe ser nuestro propósito. Mantener espacios como el que nos brinda la UNEAC. Utilizar las redes sociales a nuestro favor y no como arma destructiva, hacer hasta lo imposible con los recursos que tenemos y organizarnos como movimiento danzario.

Veamos lo que algunos llaman crisis como el motor impulsor para crear danza cubana en el siglo XXI.

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