Thalia Amelia González Rodríguez, Lic. Arte Danzario, Universidad de las Artes (ISA)
Fotos tomadas de la página de Facebook de la compañía
Como parte de un fin de semana de presentaciones, el pasado 29 de noviembre el Ballet Nacional de Cuba subió al escenario del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso para celebrar el medio siglo de Alberto Méndez como uno de los coreógrafos más trascendentales de nuestro país. En esta ocasión un aspecto se hace notorio: el hecho de que nuestros bailarines tomaron las tablas mostrando su respeto por los protocolos de seguridad ante la actual pandemia de la COVID-19 que por mucho tiempo nos privó de disfrutar de las sublimes interpretaciones de una compañía que nunca decepciona.
El programa estuvo compuesto por obras de gran trascendencia como El río y el bosque, creación merecedora del Primer Premio en el Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria, en 1974. Los roles protagónicos fueron asumidos por la bailarina Ginett Moncho, quien cautivó por la sensual interpretación de la reina de los ríos, y por el joven Ányelo Montero en un personaje lleno de energía y fuerza como es Changó. Sin duda otro elemento a resaltar constituye la conjugación de elementos tan exquisitamente seleccionados como la música, una fusión de sonidos afrocubanos de la autoría de Félix Guerrero, además del vestuario y la escenografía, que confieren a la puesta en escena un ambiente de misterio y que logran que, desde su aparición, el público pose sus ojos en una bella y cautivadora Ochún vestida de color amarillo vibrante.
La noche fue testigo de la reposición de Paso a tres, una de las danzas que marcan la vida artística de Méndez en el año 1976. Según comenta el propio autor:
"la música de Manuel Mauri, la descubrí en el departamento del Ballet Nacional de Cuba…pedía al sonidista que me la pusieran para reírme un poco. Mi amiga Mirta Plá empezó un día: ay Alberto, móntanos algo a mí y a Aurora…comencé a montar con ellas y Jorge Esquivel. Salió gracioso y de forma espontánea…"
En efecto, la obra constituye principalmente una sátira burlesca de lo que simboliza el ballet, es decir, toma el humor como esencia misma del hombre. Cuenta con elementos técnicos-artísticos de gran complejidad y secuencias de movimientos que exigen del partenaire, en este caso, de dos bailarinas, un total dominio del pas de deux, habilidades que demostró Adrián Sánchez, quien supo brindar una buena interpretación junto a sus compañeras Daniela Gómez y Grettell Morejón.
Muñecos, una de las piezas más famosas de Alberto Méndez y merecedora del Primer Premio en el Concurso de Ballet de Japón en 1978, continúa despertando emociones con el pasar de los años. Esta clásica historia de amor entre una muñeca de trapo, en esta ocasión interpretada por Katherine Ochoa, y un soldado, encarnado por el talentoso Rafael Quenedit, constituye una genialidad a pesar de que su creador lo catalogue como "una idea sencilla."
Como parte de la velada la audiencia pudo disfrutar de Tarde en la siesta, inspirada en las frustraciones de cuatro mujeres de la burguesía habanera. Su historia nos atrae por la presencia de la cubanía en todos los aspectos, desde la música de Ernesto Lecuona, los vestuarios de Salvador Fernández y cada uno de los movimientos de hombros, caderas y manos propios de nuestra idiosincrasia. Los personajes fueron interpretados por SadaiseArencibia, Claudia García, Diana Menéndez y Chavela Riera, quienes manifestaron una exquisita delicadeza interpretativa y una refinada intención teatral.
Otra de las piezas más gustadas fue Muto, interpretada por uno de los bailarines versátiles del Ballet Nacional de Cuba, Yankiel Vázquez, bailarín que destaca por sus excepcionales condiciones físicas e interpretativas. Su música, de la autoría de EdvardGrieg, el vestuario escueto y la ausencia de escenografía, convierte al cuerpo danzante en el principal foco de atención. De igual manera destacaron los bailarines Chanell Cabrera y Darío Hernández en el pas de deux Vals, Ely Regina en Rara Avis (III movimiento) y Anette Delgado en A escena. Junto a ellos el cuerpo de baile recobró el protagonismo, aunque sin duda el elenco masculino se mostró perfectamente sincronizado.
Una vez más, el Ballet Nacional de Cuba nos demuestra la grandeza de su historia, tanto por el rico y variado repertorio que la compone, como por los talentos dancísticos que asumen y mantienen vigente el pensamiento filosófico y creativo de importantes figuras de la danza como es el maestro Alberto Méndez.