Toda la Danza

Función de Gala: Bodas de oro del coreógrafo Alberto Méndez

Reny Martínez

El Ballet Nacional de Cuba, el buque insignia de la danza académica en la isla mayor de las Antillas, ha logrado recuperar con creces los avatares sufridos en casi nueve meses de inactividad (a la par de otros conjuntos dancísticos del archipiélago cubano), provocados por las restricciones sanitarias establecidas por las autoridades sanitarias del país, con el objetivo fundamental de evitar los contagios con el virus del nuevo coronavirus.

Ha sido sorprendente el ímpetu creativo exhibido por esta afamada agrupación dancística en las primeras semanas de presentaciones en su sede habitual del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, para la inmensa satisfacción de sus anhelantes aficionados. (La cartelera teatral, tan pronto las autoridades estatales declararon la fase de ´´nueva normalidad´´ para la capital del país, mostraba una explosión de programaciones por parte de las principales agrupaciones de las artes escénicas). Los primeros dos programas de concierto, integrados por obras debidas a creadores foráneos y del nacional más laureado, Alberto Méndez (vital en sus 81 primaveras), mostraron una gran variedad de estilos, contenidos y músicas. Igualmente, para el público y este cronista, resultó enriquecedor el observar las ejecuciones e interpretaciones de los títulos elegidos por una renovada dirección artística, con la primera bailarina Viengsay Valdés al frente: en gran parte reposiciones de obras latentes en el repertorio pasivo, ahora desempolvadas y con juvenil brío.

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Si bien en la función de gala dedicada a rendir homenaje a su principal coreuta –fue merecedor del Premio Nacional de Danza en 2004-, por su medio siglo de rotunda labor creativa, el programa de mano nos advertía que algunas de las piezas de su autoría serían, esta vez, entregadas en reducciones ad hoc en aras de concentrar ritmo y tempo del espectáculo (menos de dos horas), empero mostrando sus pasaje más brillantes de las mismas.

En esta ocasión pudimos re-confirmar la original e incesante búsqueda de nuevas maneras de hacer danzas sin caer en meros pintoresquismos ni chauvinismos, en su carrera ascendente hacia la madurez artística sin perder el norte de su hic et nunc, lo universal desde lo nacional.

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Considero importante reproducir aquí dos párrafos sobre el valioso aporte creativo de Méndez, calzados con la firma del profesor y crítico Ismael Albelo, por su pertinencia y vigencia al conducirnos al meollo de la obra toda del insigne coreuta:

´´Respondiendo a su identidad, fundamento cultural y estético de la cúspide creativa cubana, la obra de Alberto Méndez rezuma Cuba sin facilismos o pintoresquismos externos: sea cuando explora los patakines afrocubanos en El río y el bosque, excelente integración músico diseño-coreografía en la cual la banda sonora evoca la selva que atraviesa el orisha guerrero para reposar en las aguas apacibles de la diosa cubierta de oro y sensualidad fantástica, brazos académicos en verdaderos poemas de la estirpe de Nicolás Guillén; sea en las criollas hermanas del patio colonial habanero, con sus invisibles abanicos, sus galanes soñados, sus frustraciones y sus resignaciones en Tarde en la siesta, cuyos personajes –sin necesitar las notas al programa- reflejan con solo los recursos danzarios, todo el drama del claustro femenino cubano de principios de siglo. (Referencial está la obra de Antony Tudor, n.del r.)

´´Lo cubano, tan difícil de definir como fácil de reconocer, es una de esas cuerdas que unen la producción de Méndez. Si en las obras claramente nacionales la gestualidad, el equilibrio sensual y sensorial de sus diseños corporales y espaciales obedecen a lo más notable del genuino criollismo, en aquellas creaciones de carácter más universal también puede notarse ese gusto por la forma de la reja colonial, por la suave ola del Caribe en verano o en la luz que perfora las lucetas coloreadas de nuestros vitrales. La exuberancia del gesto, el ´´bailar´´ de las manos, está presente en toda su obra…y el sello de cubanidad indiscutida que se muestra en In the Middle of theSunset (En medio del crespúsculo), con la música tan cubana como universal de Ernesto Lecuona. (…)

En el repertorio interpretado en la función de gala del BNC se hizo patente lo expresado arriba, además de otras características matizadas: lo trágico y lo cómico, el acento en lo lúdico (sin caer en la caricatura o lo farsesco), así como la fidelidad ´´a la tradición´´ con el empleo de los riesgos propios de la ´´contemporaneidad´´, donde la capacidad imaginativa y la investigación marchan a la par, tanto en la forma como el contenido.

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Antecedentes

El maestro Méndez pretendía, con la reapertura universitaria en 1960, iniciar la carrera de arquitectura, pero muy pronto se percató en sus fueros que debía probar suerte en la danza, primero como bailarín en la danza moderna (el eminente coreógrafo y maestro cubano, Ramiro Guerra, fundaba una nueva compañía, cuya heredera actual es Danza Contemporánea de Cuba); posteriormente se orienta hacia la danza académica y audiciona para ingresar en el BNC (donde en poco tiempo asciende hasta los rangos superiores). El profesor Albelo señala como detonante para un cambio de giro en la creación coreográfica de la isla, y por ende de Méndez, el encuentro con la obra de Maurice Béjart y de su Ballet del Siglo XX, en su única visita en La Habana a finales de los años 60 de la pasada centuria: fue una influencia positiva entonces, sin menoscabo de la personalidad estilística de los maestros locales, con una sólida obra tales como Alberto Alonso, Luis Trápaga, o el mismo Guerra, entre otros del mismo calibre intelectual.

La obra coreográfica de Méndez algunos la califican de ecléctica, aunque no en sentido estricto del término, si observamos su coherencia variable y ´´lo múltiple e inagotable de su propuesta´´ (op.cit), que lo distingue del resto de los demás creadores del patio.

Los elencos y los títulos elegidos.

Una juvenil hornada de bailarines –emergentes de los rangos de solistas como del cuerpo de baile- compartió escena y, Sadaise Arencibia, Anette Delgado, Grettel Morejón, Ginett Moncho, Adrián Sánchez, Dani Hernández, Chanel Cabrera, Rafael Quenedit, Yankiel Vázquez, Ely Regina, Daniela Gómez o Katherine Ochoa, por solo citar a los más destacados de esa noche. Asumieron valientemente, en su mayoría por primera vez, títulos que son referenciales por las ´´joyas´´ históricas que los crearon en su día, con los cuales cosecharon importantes lauros nacionales y foráneos, como ha sido el caso con El río y el bosque, Muñecos, Paso a Tres, Tarde en la siesta (coda), Rara Avis, Muto, Vals, o A escena (Grand Pas).

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Entregas sensacionales las hubo, particularmente por su virtuosismo técnico, empero las interpretaciones adolecieron del carácter bisoño de sus novatos intérpretes, aunque mostraron sus talentos en ciernes. Es una señal evidente de prometedor futuro.

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