Por América Medina Hechavarría
El tiempo de la escucha, de un cuerpo, de un cuerpo en movimiento, de la respiración, de la quietud, de una oración, de la luz, del pasado, de lo que fue, de lo que es, de lo que no ha sido, de lo que será.
El tiempo de un texto, de la palabra, del atropellamiento, de la mentira, de la verdad, de lo no dicho, de lo dibujado, de la ficción, del suelo, de una silla, de un micrófono, de la memoria de esos overoles azules.
El tiempo de la mirada, del decir, del no decir, de lo rebuscado, de Jean –Luc Nancy, de la desesperación, de un hielo, del agua, del carbón, de la espera.
El tiempo de una pregunta, el tiempo es una pregunta, el tiempo del absurdo, del regreso, de la memoria, de un discurso.
Foto: Pablo Bordón. Cortesía Abel Rojo
El tiempo permite ordenar los sucesos en secuencia, estableciendo un pasado, y un futuro y un tercer conjunto de eventos, ni pasados ni futuros respecto a otros.
El tiempo nos habla de límites, de sucesión, de existencia, de un principio y de un fin, de un espacio, de la duración de una acción, de un período, de un momento oportuno, ocasión, edad, de la historia, modificación, atmósfera, mecanismo, las parte y un todo, el compás.
Es solo cuestión de tiempo es el reciente estreno de Persona Colectivo, presentado en la sede del Grupo de Teatro El Ciervo Encantado. El equipo cuenta con la Dirección General de Sandra Ramy, para esta cita la conducción fue generada por el creador Abel Rojo. Entre los que intervinieron la escena se encontraron Tamara Venereo, Laura García, Osbiel Lazo Soto, Daniela Ponjuán y Anelí Perdomo. También se sumó Edgar Ariel como dramaturgista, y Alejandro Cañer como diseñador gráfico y de vestuario, entre otros colaboradores desde el diseño de luces, la animación, etc.
Al hacer una devolución de esta obra, de la que diría soy participe por muchas razones, no me atrevería jamás a hacerla desde la postura más cuidada o conservadora del lenguaje. Primero porque no lo siento así, porque la pieza me cuestiona incluso el tiempo real que dedico a elaborar lo elaborado en un texto, porque necesito dejar la sensación de un audio, de un hielo, de tantos cuerpos dispersos en ese espacio, de la inquietud.
Foto: Pablo Bordón. Cortesía Abel Rojo
Somos recibidos con la proyección de dos relojes, sus manecillas alteran el tiempo establecido o pautado por un reloj, el reloj que es ese instrumento capaz de medir el tiempo natural. En el lenguaje de ese instrumento también se leen términos convencionales como son: horas, minutos o segundos. ¿Por qué esta alteración? ¿Por qué esta dispersión de sus manecillas?
La muestra toma como pretexto el discurso de una conferencista, que es asumido por Tamara Venereo, quien juega entre la palabrería, la representación, el discurso formal, la desesperación, la pronunciación perfecta, a media, constante, que por momentos aturde, cuestiona, empuja, abraza, aloca, despeina. Una conferencista llamada Alicia, Alicia en el país de las maravillas, esta de aquí se presenta como una mujer imaginativa, curiosa, con capacidades para la inventiva, que puedo conectarla con lo real maravilloso definido por Alejo Carpentier como una perspectiva más de la historia, como esa inesperada alteración de la realidad.
En ese juego interactúan los “bailarines”, que desde sus perspectivas colectivas o individuales nos ofrecen una noción de cuerpo como flujo, como orden o desorden, como preocupación, espera, cuerpos inmóviles. Cuerpos abrazados por el placer, por el dolor, cuerpos que vomitan el horror del poder. Cuerpos digamos uniformados como una especie de taller, que produce, que acomoda, que prepara para…, agotados, disparatados, cuerpos que desean excretar una verdad, su verdad.
Es solo cuestión de tiempo en ocasiones la percibí como una investigación con muchas citas, esas que apoyan, que se cuestionan, que nos ayudan a reflexionar, que forman parte de nuestro recorrido, de nuestra conciencia del cuerpo. Entre esas citas, digamos desde las más cotidianas como el gesto de mirar un reloj o de peinarse en público, hasta la de un testimonio de la espera de una de las chicas por emigrar de Cuba. También citas más textuales como Los indicios del cuerpo, del filósofo francés Jean-Luc Nancy, u otras más corporales, que por la memoria que habita en la Sala del Grupo de Teatro El Ciervo Encantado me permitió conectar con la obra Visiones de la Cubanosofía, de 2005, específicamente del personaje de la Reina de la fritanga, interpretado por Mariela Brito.
A Abel Rojo lo hemos visto en su recorrido como bailarín de Danza Contemporánea de Cuba (2007-2011), actor del Grupo de Teatro El Ciervo Encantado (2012-2014), compañía Danza Abierta (2015-2017) y de la Compañía Mal Paso (2017-2020), donde también fue coreógrafo de obras como El piso a cuesta (2018), Visiones Fugitives (2019), entre otras experiencias como realizador audiovisual. Actualmente forma parte de Persona- Colectivo, donde ha protagonizado obras como Sacre, de la propia Sandra Ramy en 2020.
Foto: Pablo Bordón. Cortesía Abel Rojo
Abel es un creador que ha sido tocado por la sensibilidad de varias poéticas, lo cual le permite tener una rica variedad o conciencia de nociones de cuerpo; desde las más físicas, poéticas, expresivas, cuestionadoras, y hasta contemporáneas. Hoy, ante una obra como Es solo cuestión de tiempo, le permite hacer una síntesis sobre qué tipo de cuerpo pretende discursar, es una obra que no hace culto a la fisicalidad, ni al movimiento perfecto, ni a lo llamado virtuoso, es un material con peso en su magnitud reflexiva hacia múltiples direcciones.
Nos encontramos ante una obra que no evade la realidad o el contexto cubano, que es dónde se genera, sino que parte de ese culto a la memoria, al testimonio, a esa huella de habitar un espacio que fue, que ya no está, que murió, que quedó en el olvido. Una acumulación que nos hace consciente de lo efímero que es el tiempo.
El creador no cae en las garras de seducir al espectador, no niega su pasado, diría que parte de él, y justo ahí es dónde encuentro su valor, en su poder de resistencia, de transgredir esa norma espectacular, normada, llamada “bella”. Desde hoy no sé si podrá definirse a este creador solo como un “coreógrafo” y si se encasillaría en este término, habría que preguntarse: creador, pero de qué “danza”.