Toda la Danza

El Ballet Nacional de Cuba, presentaciones tras la pandemia

Ailen Vital, estudiante de Danzología

Fotos tomadas de la página de Facebook de la compañía

Tras casi nueve meses alejados de los escenarios, como consecuencia de la pandemia que amenaza al mundo, regresó a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana el Ballet Nacional de Cuba. En el año del centenario de Alicia Alonso, la compañía que fundó regresó al recinto que lleva su nombre.

Esta vez la temporada premió al público habanero durante cuatro días con lo más variado de su repertorio, de lo más romántico a lo contemporáneo, que viajaba de un Pas de Quatre sobre el original de Jules Perrot, hasta un Muto o El río y El bosque, de Alberto Méndez, a quien se le dedicó la gala del domingo 29, a propósito de los 50 años de sus debut como coreógrafo.

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Más que función concierto prefiero llamarlo collage, o simplemente darle el trato que cualquier curador le diera a una exposición de grandes cuadros, en este sentido los bailarines del BNC le dan vida a las obras presentadas.

El sábado 28 de noviembre se abrió el telón y tuvimos en escena a las cuatro grandes del romanticismo, a Mme. Taglioni, MlleGrahn, MlleGrisi y Mlle Cerrito, inmortalizadas en Pas de Quatre por las intérpretes Anette Delgado, Claudia García, Chavela Riera y Grettel Morejón, respectivamente. En cuanto a la concepción escénica, desde la primera imagen cautivó al auditorio, con diseños de vestuario de Salvador Fernández y una escenografía muy acertada, en consonancia con el libreto.

Las luces tono pastel aportaron cierto aire de decadencia a esa rememoración de las características y cualidades individuales de las divas del romanticismo. Esta versión de Alicia Alonso conllevó a un análisis histórico de la técnica y estilo de cuatro personajes reales, situando la mirada en sus fuentes originales a través de grabados y otras descripciones epocales.

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En esencia, esta joya de interpretación del BNC tiene como primicia el respeto al estilo romántico; que busca la simulación de lo etéreo, el redondel en las líneas de brazos, la inclinación del torso y las cabezas. En cuanto a movimiento proponía la delicadeza y elegancia; el dominio técnico en los grandes y pequeños saltos; la ejecución fluida y grácil de los movimientos y cambios de posición que se espera de todo ballet romántico.

Seguidamente presentaron La muerte de un cisne, ballet creado por Michel Descombey retomando el tema de la célebre miniatura coreográfica de MijailFokine, que quizás inspirado en el libre estilo danzario de Isadora Duncan, supo convertir La muerte del cisne en un manifiesto de su concepción coreográfica, en una declaración para la danza del nuevo siglo[1] . La interpretación de Rafael Quenedit fue sencillamente hermosa, con líneas de piernas, brazos y dominio de diferentes técnicas (clásica y contemporánea) supo representar la agonía de un cisne como expresión hermenéutica de sentimientos dolorosos. En este bailarín se observa una evidente evolución a nivel interpretativo, es decir, ya no solo se arma de una depurada técnica, su muerte del cisne conmovió a más de uno. La música, como una elaboración sobre la original de Camille Saint-Saens, dota a la pieza de una melodía que te involucra, que favorece principalmente al movimiento por sus marcados acentos. La escenografía, otra vez, favoreció en cuanto a la visualidad, el cenital y las calles de luces producían el mayor de los efectos en la elaborada dramaturgia de la pieza.

Prólogo para una tragedia, pas de deux con coreografía de Brian Macdonald, está inspirada en la tragedia de Otelo, de William Shakespeare, tiene diseño de vestuarios de Salvador Fernández y música de Juan Sebastián Bach.

En escena Ginett Moncho y Ányelo Montero. La primera, bailarina principal, y el segundo, recién graduado, hasta la fecha integrante del cuerpo de baile. Esta combinación quizás pueda parecer algo osada, en el sentido de aunar en escena a dos bailarines tan lejanos en cuanto a categorización artística; pero el riesgo ha sido válido. Montero como partner hizo lucir lo mejor de su pareja, mejores líneas, mejores balances y una técnica pertinente que rebosa en su estilo ecléctico (Ginett Moncho). Por otro lado Ginett, luego de una severa lastimadura, regresa al escenario maniobrando con limpieza en la ejecución de sus pasos, revelando las aptitudes que hacen de ella una excelente intérprete. La aplaudida pareja de intérpretes se sumó a los aciertos de la noche.

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Entre las piezas que nos entregó el BNC de la autoría del maestro Alberto Méndez, se encuentra Paso a tres, ballet en forma de divertimento, muestra algunos de los errores o accidentes del trabajo escénico del bailarín. El estilo versátil de Méndez hace que sus piezas trasciendan los marcos del estilo y transiten lo contemporáneo. Su libertad expresiva lo aleja de la probabilidad de encasillarse en pasos, formas o asuntos(Albelo). Por ende este ballet, con el elenco indicado, sí puede llegar a divertir. Lo vimos en la noche del sábado con los primeros bailarines Anette Delgado, SadaiseArencibia y Dani Hernández. La esencia del ballet de Méndez hace sumar de manera jovial las estrategias que muchas veces se ven involucradas en el trabajo del bailarín.

Técnicamente puede parecer que no es así, pero sí requiere de un trabajo meticuloso donde el intérprete haga valer sus cualidades técnicas, cuestión nada difícil para este elenco, al cual siempre será gratificante verlo en facetas distintas a príncipes y jóvenes enamoradas. La escenografía, incluido vestuario y diseño de luces, se conjugan perfectamente con la música de Manuel Mauri, proporcionando así sutileza y gracia al argumento del coreógrafo cubano.

Muñecos fue uno de los grandes momentos de la gala. La genialidad de esta obra maestra ideada por Alberto Méndez no deja de emocionar, tras casi 50 años de que fuera creada para la bailarina Caridad Martínez. La pieza ha superado la prueba del tiempo manteniéndose entre las predilectas del público cubano. Con un tema que viaja mágicamente entre la vida y la muerte, que trata sobre el amor, la nostalgia, o simplemente la historia de los muñecos que cobran vida, tan vigente desde los inicios del teatro, Alberto logra conmover con una poética que entreteje el camino lúdico con la inmortalidad de su mensaje.

El domingo 29 Katherine Ochoa y Rafael Quenedit aportaron el rayo de luz que dio vida a la muñeca típica cubana y al universal soldado de plomo. Con música de RembertEgües y vestuario de Fernández, los jóvenes intérpretes hicieron sonar las más fuertes ovaciones de la tarde dominical.

Dentro de este collage de buenas obras se quedaron otras por mencionar, como es el caso de La flauta mágica, de Alicia Alonso, inspirada en la obra homónima de Lev Ivánov. O Tributo a José White, de Alberto Alonso. Tarde en la siesta, Rara avis, Vals, A escena, todas de Alberto Méndez, también incluidas en el variado programa.

En su primera temporada en el contexto de la nueva normalidad, el Ballet Nacional de Cuba ha transitado por los límites estéticos de la especialidad, ha oscilado por los más diversos estilos, y ha demostrado una vez más la capacidad y diapasón interpretativo de su elenco, en el cual hay que mencionar a los novísimos bailarines que ya salen del anonimato y se suman al congruente grupo de solistas.

[1] Tomado de la revista Cuba en el Ballet

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