Bárbara Balbuena Gutiérrez
Introducción.
El Iyoryé constituye una de las principales celebraciones festivas relacionadas con los rituales de consagración en Ifá, espacio contextual donde se reproducen manifestaciones socio-religiosas diversas y en las que se integran expresiones artísticas tradicionales pertenecientes al patrimonio cultural vivo de la Nación.
Entre las expresiones culturales significativas que forman parte del simbolismo ritual del Iyoryé, están las danzas religiosas, como respuesta holística a la plástica corporal que se integra a una función claramente social dentro de este ceremonial. Al reconstruir el papel de la danza en la configuración del Iyoryé, nos permitirá una mejor comprensión sobre diversos comportamientos de los practicantes del culto a Ifá en relación con su complejo cultural.
El objetivo fundamental de este ensayo es analizar las danzas religiosas pertenecientes a la Ceremonia de las Apetebí y a la Ceremonia de la mesa, como partes de la ceremonia ritual festiva del Iyoryé en el culto a Ifá, así como valorar la función y el universo simbólico de esta expresión patrimonial en servicio de una mejor comprensión del complejo religioso Ocha-Ifá.
Desarrollo.
El Iyoryé o Yoryé, ceremonia festiva que constituye el objeto de estudio de este trabajo, se realiza el último día de los siete dedicados a la consagración en Ifá, la cual designa “la adquisición de una competencia ritual fundada en una relación personal con la divinidad” (Konen, 2014: 26). Esta ceremonia ritual festiva tiene como objetivo otorgarle al iniciado el título de Omofá, denominación proveniente de la conjugación de las palabras yorubas omo, que significa niño, hijo ritual de un Oricha, y de fa o Ifá[1]: sacerdote hijo de Ifá. Le proporciona además, una visión amplia ante Olofin[2] para adquirir el poder de la adivinación y su buen funcionamiento como Babalawo[3]. Representa la continuación de la formación de un nuevo oficiante dentro de la familia ritual.
El término Iyoryé o Yoryé puede estar originado de la palabra Joyé, que significa coronar, consagrar. También es posible equipararlo al vocablo Ijoyé, cuyo sentido se relaciona con jefe, u acto relacionado con el nombramiento de un cargo o rango. El Yoryé encarna la salida pública y ofrenda a la tierra ejecutada por un babalawo novicio durante su ritual de consagración (Konen, 2014: 418).
Esta ceremonia ritual festiva formaliza la conclusión del rito de consagración de un Babalawo, representa el darle la razón al hombre como ser humano para ayudarlo a mantener los principios elementales de sus deberes sociales y los valores éticos conservados por la tradición, como por ejemplo: la abnegación al trabajo, el respeto mutuo y la convivencia social.
El Iyoryé puede clasificarse como un acto mágico-religioso, en la medida que se ejecutan una sucesión de ritos, siguiendo un orden que responde a la mitología contenida en el cuerpo literario de Ifá, el cual cuenta con doscientos cincuenta y seis signos o letras (odu). Cada uno de esos códigos posee un nombre, características específicas y un orden secuencial que se respeta en las ceremonias (De Souza, 1998: 34). En su totalidad, constituye un rito de paso pues marca la transición del recorrido de iniciación de un Omofá a su consagración como Babalawo. Previo a este ritual que dura siete días, el iniciado ha pasado por la ceremonia de la Mano de Orula, donde recibió el título de Awo Fa Kan Ni Orunmila, que se traduce como un solo secreto de Orula, o sea, ha recibido una mano de Orula. Más adelante y según su astral[4], se someterá al rito de consagración donde recibirá el título de Awó ni Orunmila, que significa secretos de Orula, el plural sugiere el vasto conjunto de conocimientos rituales alcanzado, de manera que releva sobre todo su capacidad o competencia ritual para manipular el sistema adivinatorio de Ifá, pues ha recibido una segunda mano.
Es también una configuración ritual, pues esta ...es la trama de los ritos que envuelve a un ceremonial o conjunto de ritos (Las Razas Humanas, 1997: 1441). En el Iyoryé se distinguen cuatro ritos, que son los que conforman la estructura definitoria de esta ceremonia ritual festiva el culto a Ifá: el Itá, la Ceremonia de la siembra, la Ceremonia de las Apetebí y la Ceremonia de la mesa.
Se puede afirmar que el Iyoryé es una fiesta ritual, un evento extraordinario de carácter colectivo, socializador, pragmático y sagrado. En ella convergen configuraciones rituales motivadas por la mitología religiosa del culto a Ifá, y se persigue el acercamiento y la comunicación espiritual con las divinidades, especialmente con Olofin y Orula[5]. Es un acto de profundo simbolismo cultural donde se yuxtaponen dos dimensiones sagradas: la litúrgico - cultural y la lúdica o de disfrute.
La Ceremonia de las Apetebí[6]
A la Ceremonia de las Apetebí le anteceden dos ritos fundamentales que forman parte de la configuración ritual del Iyoryé, los cuales han sido abordados por la autora en trabajos precedentes. Por esa razón, en este estudio se partirá de análisis de las dos ceremonias restantes de la festividad, donde está implicada la danza dentro de las acciones sociorreligiosas.
El Iyoryé comienza desde las primeras horas de la mañana con la realización de la Ceremonia del Itá, rito adivinatorio basado en un sistema de adivinación deductiva, que se hace con el objetivo de determinar el odu o signo de la muerte, la vejez o de cierre. Posteriormente, aproximadamente a las dos de la tarde se efectúa la Ceremonia de la siembra, rito de propiciación que simboliza la sistematicidad, abnegación, dedicación y amor del hombre hacia el trabajo. Es una representación simbólica de la faena en el campo y forma parte del proceso de enseñanza-aprendizaje de los valores éticos conservados por la tradición del culto a Ifá.
La Ceremonia de las Apetebí es también reconocida como la Danza de las Apetebí o baile del plato (Ramírez, 20115:173). Este rito de agregación se realiza con el objetivo de presentar al nuevo Omofá a las mujeres iniciadas en el culto a Ifá. Es una ceremonia pública que se ejecuta en el patio de la casa templo, luego de terminada la Ceremonia de la siembra. Participan las Apetebí levantadas[7] por el padrino, además de las sacerdotisas familiares invitadas. Para comenzar la ceremonia el padrino llama a todas las Apetebí que se encuentren en la casa templo. Se les entrega a cada una de ellas uno o dos platos blancos que contienen el adimú[8] que previamente han elaborado: fufú (plátano verde hervido y macerado), harina de maíz[9] en forma de lomas, garbanzos, chícharo, frijoles blancos y negros remojados, arroz, una calabaza, un ñame[10], dos huevos y bolitas de maíz. El total de las participantes varía, pero me informan que deben ser dieciséis platos (metadilogún), en representación del número simbólico de Orula.
En esta ceremonia la danza juega el papel más importante de las acciones y del simbolismo ritual en torno al nuevo iniciado y su desenvolvimiento futuro como babalawo. Por su forma puede clasificarse como una danza colectiva circular femenina de carácter mágico-religioso. José Carlos Vilcapoma, al referirse al factor cósmico de la danza circular de la antigüedad, acota:
La danza circular tiene su fundamento en un orden impuesto a las cosas terrestres. Existió la noción de identidad con el curso del Sol, visible en la orientación y ordenamiento de los monumentos dedicados a conmemorarlos, así como los movimientos circulares alrededor del centro de los enterramientos. Se corresponde la noción del tiempo, en la medida en que también expresan una metáfora relativa a los astros, que en su movimiento regular son concebidos como guardianes del sistema social. Esta comparación tanto de la Luna como, principalmente, con el Sol, da un parangón modélico con su curso, del cual emana la noción cíclica de nacimiento, muerte y resurrección (Vilcapoma, 2008:36).
La noción cíclica del nacimiento, la muerte y la resurrección está íntimamente ligada con las ceremonias de iniciación, ritos de paso que representan místicamente la muerte en la vida profana y el posterior nacimiento en la nueva vida religiosa, despejando el cuerpo de todo tipo de impurezas o elementos negativos a través diferentes actos mágicos propiciatorios para ese fin. Aquí la danza no se realiza por un simple placer individual, sino que atañe a todos los participantes, posee una función social especial. Se realiza en honor a los nuevos iniciados, dándole gracias a Orula y brindándole adimú para que ratifique el ofrecimiento con salud, bienestar y prosperidad en la vida de la comunidad religiosa. Las Apetebí realizan un círculo a medida marcan el paso de la danza al son del canto inspirado por el Obbá[11] y avanzan en dirección contra las manecillas del reloj, mientras sostienen los platos arriba de la cabeza o apoyados por el borde en la frente. En el centro de la rueda se para el Omofá y en otros momentos se ha observado que el Oyugbona y el padrino se colocan a cada lado de iniciado. Durante esta acción, los balawos que participan en la ceremonia, se ubican por fuera del círculo y les sitúan billetes de dinero o monedas en los platos, luego de dar varios toques encima de la losa.
La danza representa igualmente el hecho de ir al mercado a abastecerse de diferentes alimentos que son el sustento de la vida, propiciado por el trabajo esforzado del hombre en la tierra, en el surco, resultante de su abnegación. Este rito se conecta cíclicamente con la Ceremonia de la siembra que la precede, pues simbólicamente los iniciados recogen el fruto de su labor anterior.
La Ceremonia de las Apetebí también puede ser comparada con El día de la Plaza (Oyó Ilú Oyá), correspondiente a la visita que realizan los iyawó a la plaza o mercado el séptimo y último día del asiento o iniciación en Ocha (Leri Ocha), con el objetivo de llenar una canasta con frutas que luego de su regreso ofrecerá a sus orichas. Este es un rito de salutación a Oyá y Elegguá que le propiciará a los iniciados suerte, protección y desenvolvimiento económico en su vida futura. Como muestra del simbolismo que entraña esta ofrenda, es que algunas de las acciones religiosas se deben realizar en el centro del lugar, donde se observe una mayor actividad mercantil y se manipule dinero. Igualmente a la Ceremonia de las Apetebí, el iniciado va al mercado acompañado de su padrino y del Oyugbona. Del mismo modo el Omofá se coloca en el centro del círculo, espacio de mayor importancia y donde se concentran las energías positivas generadas por las acciones rituales.
Otras de las fuentes intrínsecas de la danza circular o la del movimiento entorno de algo, es la relación simbólica que se establece entre los géneros en analogía con el factor cósmico:
Las analogías de género se complementan dentro de este esquema vital, al hombre se le atribuye la rigidez del Sol, por su estructura inmutable en lo corporal, mientras que su opuesto complementario, la mujer, será fácilmente asociada a la Luna, por su naturaleza cíclica, pues desaparece por tres días en los cielos, igual que el ciclo menstrual, para aparecer por otro 28 días, sin contar que la gestación le ha de durar nueve meses, igual que el ciclo de estación favorable a la casa, que también se conservó en posteriores etapas de producción agraria (Vilcapoma, 2008:36).
El paso básico de la danza es muy sencillo, consiste en avanzar dando pasos a hacia las diagonales alternando las piernas y moviendo suavemente las caderas a tiempo con los cantos especiales que se entonan en esta ocasión. También se han reconocido dos variantes del paso, que aunque no se realizan con frecuencia, las Apetebí de mayor experiencia conservan como originales. Una de ellas se ejecuta en cuatro tiempos: tres pasos básicos que avanzan comenzando con el pie izquierdo y uno que retrocede con el derecho hacia detrás. La otra variante consiste en efectuar el paso desplazándose hacia los laterales, o sea, dos tiempos hacia dentro del círculo y dos hacia afuera, para completar los cuatro tiempos que la compone.
Es el Obbá quien organiza y conduce como un corifeo cada movimiento dancístico, entona cada canto y todos responden como coro y palmean el ritmo. En la ceremonia de las Apetebí se interpretan cantos específicos cuya significación está íntimamente ligada con las acciones dancísticas y el simbolismo ritual. Esta danza femenina circular, resalta el importante papel de las mujeres iniciadas en el culto a Ifá, como ayudantes imprescindibles de la liturgia, sobretodo en la elaboración de los alimentos sagrados, los adimú, y todas las acciones de la festividad. También las féminas son el símbolo de la maternidad y por tanto del nacimiento.
El círculo, es uno de los más difundidos elementos del simbolismo mitopoético, de origen y significado heterogéneo, pero la mayoría de las veces expresa la idea de la unidad, de lo infinito y lo consumado, de la perfección suprema. (…) Se debe señalar también el casi universalmente difundido vínculo del círculo y otras formas circulares con el principio femenino (Toporov, Meilaj, 2002: 122).
Terminada la danza de las Apetebí, se realiza un rezo colectivo. Las sacerdotisas se colocan frente a los babalawos e iniciados y se postran, arrodillándose y poniendo los platos al frente en el piso. Seguidamente colocan su frente en el suelo, tocan el piso, besan sus dedos y se persignan. El Obbá pronuncia el saludo de los babalawos y ellas lo repiten. Luego los sacerdotes agradecen el trabajo de las sacerdotisas tocando el suelo, besando sus manos, y vuelven a exclamar el saludo ritual de Ifá para cerrar la ceremonia: ¡Iború Iboya Ibocheché![12] Este rito de salutación se conoce como moforibale, que significa rendirle pleitesía a una jerarquía superior. Luego de terminado el ritual, las Apetebí guardan sus ganancias de dinero y en fragmentos de papel cartucho, empaquetan los ingredientes del adimú contenidos en los platos que serán dados en ofrenda a las potencias del rito, a sus elegguá o ángel de la guarda[13].
Ceremonia de la mesa
Terminada la ceremonia de las Apetebí, los nuevos iniciados se bañan y se visten con su traje de gala de color blanco: pantalón, camisa ancha de mangas holgadas hasta debajo del codo, cuello chino y abierto en el pecho; una gorra blanca adornada en amarillo y verde; zapatos blancos; y sus collares de bandera y de mazo cruzados en el pecho.
Con anterioridad se ha preparado una amplia mesa que se coloca en el patio (si llueve se ubica dentro de la casa templo), se cubre con un mantel y se sitúa la vajilla con los platos bocabajo. Son servidas varias fuentes de comida que contienen las carnes de animales que fueron utilizados en los ritos de sacrificios realizados durante los días de iniciación: chiva (awere), gallina (adie), gallo (akukó), o pollón (osardie). Se incluyen viandas, arroz blanco, frijoles negros o garbanzos y ensaladas de diferentes verduras. Son indispensables en este convite el pan y el vino tinto, pues constituyen atributos de los padres de los secretos.
Sin embargo, el principal plato de la mesa que no debe faltar es un pargo asado, porque es la comida que deleita a Olofin. Según la mitología religiosa de Ifá, este animal acuático salvó a Orula de la muerte y fue en otros tiempos babalawo, por lo que hay que rendirle tributo. En los esquemas mitológicos generales del mundo es muy utilizada la imagen del pez, ya sea en los temas relacionados con el diluvio, como medio de subsistencia, con facultades curativas, propiciador de la vida o como soporte de la tierra.
En una serie de tradiciones africanas el Pez es la encarnación del alma de una persona difunta. En china, la india y algunas otras áreas el Pez simboliza el nuevo nacimiento […]
El Pez puede simbolizar no sólo la fecundidad, la fertilidad, la abundancia (también está marcada desde el punto de vista mitopoético la imagen de la hueva del pez), la fuerza sexual de la sabiduría, sino también la pobreza, la impasibilidad, la indiferencia, la no diferenciación sexual (en relación con las particularidades de la multiplicación de los Peces) y la estupidez. El Pez es un personaje frecuente del folclor narrativo (Toporov, 2002:376).
La ceremonia de la mesa es un rito de agregación que se realiza en torno a las jerarquías de los babalawos presentes en la casa templo. En una punta de la mesa se sienta el Obbá, que es el guía de toda la ceremonia; frente a él, en el otro extremo se coloca el padrino y a su lado izquierdo, el iyarawó. El simbolismo relacionado con la ubicación de este rito de comensalidad está dado a que el lado izquierdo representa la vida, el nacimiento y el derecho la muerte.
En el transcurso de la Ceremonia de la mesa se realizan dos danzas religiosas femeninas interpretadas por las Apetebí, las que se corresponden con momentos específicos en cada caso: la primera es en el lapso inicial de servir la mesa, y la segunda, cuando terminan de comer los babalawos.
Cuando todos los babalawos están sentados y listos para comenzar la ceremonia, el Obbá entona un canto que constituye un aviso o llamado a las Apetebí para que acudan a servir la mesa: Ochún emí wá; a lo que el coro responde: emí wá. La letra se traduce (no literalmente) en el sentido de Ochún ven para acá, entra, ven hacia mí.. La réplica del conjunto alude a la respuesta de las asistentes de Orula: Ya estoy aquí, contenta, riendo, feliz por servirle…
Con ese canto, acompañado de toques de las palmas de las manos en la mesa, las Apetebí hacen su entrada bailando con las fuentes de comida en sus manos. El paso básico consiste en avanzar a tiempo de la música, con tres movimientos alternados de las piernas, para luego retroceder en el cuarto tiempo dando un paso hacia detrás. Este movimiento se repite constantemente mientras se trasladan desde la cocina hasta llegar a la mesa para colocar la comida. Esta sencilla danza solo puede ser observada en algunas casas templos muy tradicionales, pues en la gran mayoría de las festividades ha desaparecido esta práctica.
Las Apetebí proceden a servir la comida a cada uno de los babalawos, atendiéndolos según el orden de su jerarquía de mayor a menor, por lo que los últimos serán los recién iniciados. Posteriormente se servirán a los invitados a la celebración que se sientan donde de lugar.
Concluida la cena, las Apetebí recogen la mesa y en una palangana depositan todas las sobras de la comida. El recipiente pasa por las manos de cada uno de los comensales empezando por el Obbá, que a su vez inicia esta sesión entonando rezos que son respondidos al unísono por el resto de los participantes y que continúan repitiéndose hasta terminar el rito. El recorrido del movimiento de la vasija se realiza en contra de las manecillas del reloj, cada vez que un sacerdote de Ifá la toma en sus manos la apoya en la mesa, la hacen girar dos veces hacia la derecha para luego pasarla al siguiente y así sucesivamente hasta llegar al último babalawo. Por último una Apetebí deposita los restos del banquete al contén de la acera de la calle más cercana a la casa, pues ellos constituyen una ofrenda a Echu.
A su regreso la Apetebí busca una palangana con agua, jabón y una toalla blanca para que los sacerdotes se aseen las manos. La lustración constituye igualmente un rito: el recipiente vuelve a recorrer el mismo recorrido en igual sentido que el descrito anteriormente. Cada oficiante saca un billete, lo moja en el agua, se lo pasa por los ojos y la boca para luego depositar el dinero en el borde de la palangana. Se lavan las manos y se secan para seguidamente pasar la vasija al babalawo que se encuentra a su derecha y le coloca la toalla en el hombro izquierdo. El dinero es el pago a las sacerdotisas por el servicio prestado durante toda la ceremonia, pues según el culto Ocha-Ifá, todo trabajo debe ser retribuido.
Para finalizar el rito de lustración se produce el baile de la Apetebí o de la palangana, que consiste en moverse libremente con el recipiente en la cabeza avanzando en contra de las manecillas del reloj alrededor de la mesa, donde se mantienen sentados todos los babalawos. La Apetebí Iyafá[14] avanza alegremente dando pasos alternados de los pies y girando en ocasiones sobre su mismo eje, a la vez que todos los presentes avivan su danza cantando y marcando el ritmo con palmadas: ¡Mobale, mobale, Apetebí mobale! Al finalizar, recoge el dinero, se persigna y bota el agua. Luego se arrodilla frente al Obbá para que sea bendecida y recibir el dinero como pago a su servicio religioso.
La danza de la palangana, que puede clasificarse según su forma como una danza individual o singular femenina e independiente, se realiza en señal de gratitud, expresando la satisfacción y alegría que causa el servirle a Orula. Algunas Apetebí entrevistadas aseguran que la danza es ejecutada por una hija de Ochún, que es elegida porque ha sido proclamada por Orula como Apetebí Ibború (Apetebí primera). La fundamentación religiosa de este hecho se expresa en el patakín del odu Irete Melli.
Por último, se procede a realizar el rito de salutación denominado saludo a la mesa, que comienza con una especie de sahumerio o rito de purificación colectiva en forma de despedida con rezos y cantos. Cada sacerdote enciende un tabaco, considerado como un atributo de los babalawos, que los fuman mientras dura la sesión. Tanto para comenzar, como para terminar, los oficiantes dan una serie de golpes en la mesa con las palmas de las manos abiertas y luego el Obbá entona y dirige un oru[15] cantado que es respondido por todos al unísono, a la vez que marcan el tiempo de la melodía golpeando de igual forma la superficie del mueble.
En la ceremonia de la mesa son levantados dieciséis cantos o más, luego de entonar los tres primeros el orden puede ser cualquiera, según lo determine el Obbá. Tanto sus melodías como sus textos son de gran belleza y producen una fuerte emotividad. Cuando termina este rito continúa la celebración festiva, donde se utilizan la música popular grabada, se toman fotos de los nuevos iniciados con la familia ritual y sanguínea, y se conversa cordialmente. Reina la alegría y el entusiasmo, pues se celebra la iniciación y presentación pública del nuevo Omofá a la sociedad religiosa. Cuando el Iyoryé finaliza, los nuevos babalawos entran al Igbodú, recogen todos sus objetos rituales y se retiran a sus hogares.
Conclusiones
En el Iyoryé, ceremonia festiva que concluye el proceso de consagración de un nuevo sacerdote del culto a Ifá, interactúan danzas religiosas femeninas como parte de su configuración ritual. La ceremonia de las Apetebí o baile del plato, la danza de las Apetebí para servir en la ceremonia de la mesa, y el baile de la palangana, constituyen danzas religiosas tanto por su motivación, como por realizarse en un contexto festivo y ceremonial de carácter mágico – religioso.
Las danzas del Iyoryé tienen como función fundamental establecer los nexos de significación y comunicación social con la comunidad religiosa y con las divinidades relacionadas con el culto a Ifá, para obtener de ellas un efecto beneficioso o positivo – directo o indirecto – de lo que los babalawos anhelan o solicitan. Las formas coreográficas de las danzas objeto de investigación, se rigen por patrones estilísticos rígidos establecidos por la comunidad y la tradición, por lo que las habilidades dancísticas están fuertemente marcadas por un ideal estético colectivo. Este tipo de danzas pueden clasificarse como de imagen o narrativas, en la medida que se observan sus dimensiones simbólicas, subrayando a su vez dos de sus aspectos fundamentales: la significación y la comunicación.
Bibliografía
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[1] Ifá: Nombre que se le da al corpus literario, filosófico, ético y de adivinación de origen Yorubá. Es un sistema o doctrina constituido por un conjunto de principios sobre el conocimiento humano y del mundo. También norma el complejo ceremonial de los Babalawo (Padre de los secretos), hombres que han adquirido esa competencia ritual a través de rituales de consagración, para obtener los secretos del oráculo de Ifá.
[2] Olofin: La más alta divinidad de la Santería. Es omnisciente, omnipotente y creador del mundo.
[3] Babalawo: Nombre proveniente de la conjugación de las palabras yoruba: babá (padre) y awo (secreto, evocación del destino).
[4] Astral: destino prenatal. Un signo adivinatorio de Ifá interpretado.
[5] Orula: Oricha mayor que rige el culto de Ifá. Oráculo titular de la adivinación Ifá. También reconocido como Orunmila.
[6] Apetebí: Principal sacerdotisa y máxima jerarquía femenina en el culto a Ifá, por lo que han recibido el kofá, ceremonia de iniciación que las convierte en apetebí de Orula, ayudante del babalawo. Generalmente son mujeres hijas de Ochún o Yemamá.
[7] Levantar: Acto de solicitar la participación formal de un religioso en una determinada ceremonia ritual. Para ello es necesario pedir permiso al santo de cabecera del santero/ra y pagar su derecho correspondiente.
[8] Adimú: ofrenda que se hace a los orichas, en este caso a Orula.
[9] Maíz: Zea mays. Pertenece a todos los orichas. Se utiliza en la mayoría de las ceremonias por su carácter mágico, como sustitutivo del dinero. Es benefactor, da desenvolvimiento, prosperidad y atrae todas las cosas buenas.
[10] Ñame: Dioscorea alata. Pertenece a todos los orichas. Con el corazón del ñame se prepara el aché, yefá, el polvo blanco lleno de virtudes utilizado para cubrir el tablero de Ifá para la adivinación.
[11] Obbá: Babalawo que oficia como maestro de ceremonia.
[12] En la mitología religiosa contenida en un patakí se mencionan a tres mujeres que ayudaron a Orula para poder obtener los secretos y cómo también lo salvaron en una ocasión que cayó en un hueco, del cual lo ayudaron a salir haciendo una soga con sus propias ropas. El conjunto de los tres nombres de esas féminas, constituye el saludo de los babalawos: Iború – Iboya - Ibochehé.
[13] Ángel de la guarda: Oricha tutelar que protege al santero de la muerte por toda la vida.
[14] Apetebí Iyafá: Madre de Ifá que tiene la mano de Orula. Ayudante ritual de su hijo babalawo por cuenta del cual ha levantado Ifá. Iyafá o Ayafá, levantar Ifá.
[15] Oru: En yoruba significa palabra, conversación. Es habar con las divinidades. El oru se realiza en un orden ritual determinado y puede ser cantado, de ritmos de tambores o de toques y cantos a la vez.