Toda la Danza

Cantata: cuando bailar es un acto de purificación y de estrechar alianzas

Por Kenny Ortigas Guerrero

Fotos: Alejo Rodríguez

Comenzaré diciendo que mi lenguaje se expresará en pasado, presente y futuro, pues escribo estas letras estando todavía en pleno proceso de ejecución del ballet Cantata y se torna ineludible, en este instante, no hablar de la historia, sus aportes al presente, y los retornos imprescindibles del presente a las memorias vivas que habitan en su pasado.

Desde finales del 2021, ya rondaba en la cabeza de Regina María Balaguer Sánchez, Maître y Directora del Ballet de Camagüey, la posibilidad de remontar Cantata, un montaje del destacado coreógrafo Iván Tenorio (Premio Nacional de Danza 2007) y que tuvo su estreno dentro de esta agrupación en 1971, tras acceder a una invitación de Joaquín Banegas, quien fungía como Director del Ballet de Camagüey.

Para no pocos avezados en temas dancísticos, esta obra implicó un reto profesional para la novel compañía que, por aquellos tiempos, ya sentaba las bases de un alto nivel técnico y estético dentro de su repertorio. Este no constituía el primer montaje de Iván con el colectivo agramontino —anteriormente había estrenado dos espectáculos: Pavana para una infanta difunta y Momento.

En Cantata se rompía con cánones preestablecidos con el hacer del ballet: más allá de ponderar una técnica depurada que mostrara el virtuosismo de bailarines, se enfatizaba en la profundidad psicológica de los danzantes en función de una dramaturgia que desacralizaba en gran medida el concepto de lo bello como forma de estilización habitual, e incluía el manejo de elementos grotescos y expresionistas.

La interpretación que ponía Iván Tenorio sobre la escena, con la dramática música de la Carmina Burana del alemán Carl Orff, basada en una colección de cantos goliardos de los siglos xii y xiii, ahondaba en los grandes sentimientos contrastantes del ser humano, sus zonas oscuras de odio, egoísmo y alienación ante una sociedad contemporánea que convierte al hombre en el lobo de sí mismo, como lo refiere aquella frase en latín homo homini lupus (el hombre es el lobo del hombre), y también planteaba al amor como el halo de esperanza que puede devolvernos la sensibilidad perdida.

Cantata -4709 - Alejo Rodríguez.jpg

Cantata, que en su estreno llevaba por nombre Juegos profanos, recibió la censura por el uso de gestos y actitudes que —para algunos— no comulgaban con ciertos estándares de comportamiento para la época, pues en varios momentos los bailarines se acercaban en actitud desafiante a proscenio y se agarraban sus partes como símbolo de protesta ante la doble moral.

Discursaba —y en este nuevo reestreno del 2022 lo patentizó— acerca del nacimiento, del origen de la vida y de la depauperación a la cual nos sometemos en el devenir de la propia existencia, a causa de la pérdida de valores.

La referencia al pasaje bíblico de Adán y Eva y la famosa manzana de la discordia, tiene su par análogo en una tropicalización que propone el coreógrafo al introducir una naranja que, convertida en muchas a la vez, ruedan por toda la escena dejándonos bien claro que en cualquier parte del mundo no estamos exentos de caminos pecaminosos y aciagos.

De los bailarines, se espera una fuerte carga emotiva pues tienen que desdoblarse en la encarnación de diversas imágenes que transitan por emociones extremas, donde más que personajes, son alegorías que nos aluden en varias circunstancias al famoso cuadro El Grito de Edward Munch, poniendo a prueba un amplio registro expresivo donde la cualidad energética y de irradiación se expanden para sujetar la atención del espectador y guiarla por los complejos entramados de la conducta humana.

Volvamos al inicio: sí, la idea de Regina, finalmente logró concretarse y no fueron pocos los esfuerzos realizados para alcanzar la meta. Traer nuevamente a la vida este clásico del Ballet de Camagüey, que había tenido una reposición anterior en el 2014, suponía el reto de compartir escenario con el Coro y la Orquesta Sinfónica de Camagüey, ambos bajo la dirección de Lena Lauzao y Lídice Cruzata respectivamente.

Cantata -0821 - Alejo Rodríguez.jpg

Estas agrupaciones, aun con los aires frescos de haber cumplido sus 60 años de fundados en el 2021, recibían esta noticia como merecido homenaje a tan prolíficas carreras dentro de la provincia. Se invitaba además al Coro de Ciego de Ávila (Corávila), bajo la guía de Jorge Rivero, que resultaba indispensable para el completamiento de las voces por las complejidades técnicas de la Carmina.

Todos accedieron unánimemente y sin pensarlo dos veces, pero por condiciones logísticas debía trasladarse el montaje para el 2022. Las alianzas se estrecharon y junto a la Dirección Provincial de Cultura y el Centro Provincial de la Música, el Ballet de Camagüey, con el auspicio de las Artes Escénicas, se lanzaban a la aventura de realizar este sueño.

En las condiciones económicas del país todo se hacía difícil: desde resolver unos tablones de madera para crear las tarimas anexas a los laterales del escenario del Teatro Principal de Camagüey —que permitiría la colocación de los dos coros—, hasta la solución final del combustible para el transporte y el hospedaje de los hermanos avileños.

El empeño y la búsqueda de alternativas de manera colectiva fueron decisivos para la organización de tal evento. Se sumaban las voces de la soprano camagüeyana Dorca Hernández, el barítono holguinero Alfredo Mas y el contratenor Ubail Zamora, de La Habana. Cabe destacar que estos artistas, unidos a la Sinfónica y los Coros, se integraron de manera armónica para brindar un espectáculo de elevada factura, donde cada nota y cada acorde sincronizaban a la medida con la pulcritud y plasticidad de los gestos y movimientos coreográficos.

A modo de un electrocardiograma, los relieves de las diferentes zonas musicales con sus acentos y matices ubicaban al público asistente en atmósferas particulares, muy bien estructuradas, lo que permitía sostener la atención sobre una coreografía que exige también, a los bailarines, una presencia activa y constante de 43 minutos a la vista del espectador, pues no tiene intermedios ni cambios en su escenografía.

Para la reconstrucción de esta pieza, las figuras de los maîtres Rafael Saladrigas y José Antonio Chávez Guetton jugaron un importante papel —en el caso de este último, es el único artista que queda en Camagüey que fue partícipe del primer elenco que la estrenó.

Cuenta el maestro Chávez que cada función era como atravesar un acto de iniciación en un ritual sanador. El estado de calma y embriaguez espiritual dejaba al cuerpo en un estado de gravitación, que conducía a una posición reflexiva sobre el hombre y su relación con el contexto.

Cantata -0372 - Alejo Rodríguez.jpg

Dice que sin dejar lugar a dudas, esta obra constituyó un hito dentro de la danza cubana. Ahora, a 51 años de distancia, considera que las temáticas abordadas conservan la misma vigencia y contemporaneidad, con un poder de adaptación a las circunstancias de la vida actual.

Los días 29 y 30 de abril el Teatro Principal abrió sus puertas a Cantata, dentro de las celebraciones por el Día Internacional de la Danza y como parte de las actividades que desde ya festejan el 55 aniversario del Ballet de Camagüey, a celebrarse el venidero mes de diciembre.

Con un joven elenco —aunque con algunas figuras de notable recorrido— que aun necesita ir acumulando experiencia y memoria emocional, se presentó un espectáculo digno y lleno de vitalidad; un verdadero regalo no solo para el público asistente, sino para todos los que de una forma u otra tuvimos implicaciones en la organización del mismo.

Ha sido una manera de acercar y desempolvar ese patrimonio intangible al que se hace pertinente recurrir y beber de él, porque es fuente segura de recursos y memorias trascendentales. Estoy seguro que, al igual que en ese año de 1971 —esta vez sin censura, con un pensamiento renovado y verdaderamente transformador—, el reestreno de Cantata ha marcado un antes y un después para el desarrollo de esta agrupación, que al escuchar el estruendoso aplauso de un público que se resistía a abandonar la sala, recibió un golpe de motivación y de confianza en sí misma.

Porque demostraron que bailar es algo más que ilustrar una técnica; es más que dibujar una simple silueta en el espacio-tiempo; es más que moverse con elegancia y fluidez. Bailar es un acto de fe donde le va la vida al bailarín; es un acto de desnudez e irreverencia; es el compromiso absoluto de proyectar una idea contundente y veraz; es donde el gesto —inobjetablemente— se convierte en poesía.

Comentario:

Required for comment verification

Regresar al número